A los pocos que soportan esta columna ya se lo había comentado en alguna ocasión: los plenos del Ayuntamiento parecen una ONU, eso sí, ideológica a más no poder. Siempre sale a la palestra una pomposa declaración institucional -propugnada por los mismos grupos, a la postre, Xixón Sí Puede e IU- y que nada tiene que ver con el ámbito municipal. En el último, incluso hubo dos: una, de apoyo a los pueblos indígenas y otra, pidiendo la anulación de un juicio celebrado en Marruecos contra activistas saharauis. Anteriormente, y tras haber levantado una gran polémica, se había aprobado el famoso boicot a Israel que tuvo que ser revocado a última hora. Ya saben, lo del partido de fútbol entre selecciones donde fuimos noticia de portada porque, de la noche a la mañana, éramos antisemitas. Que oigan, está muy bien si nuestros ediles no tienen otra cosa que hacer, pero así salen luego los plenos: largos, aburridos y en más de una ocasión completamente insufribles. Con todo, me sigue llamando la atención el terrible sesgo ideológico de esta Naciones Unidas que tenemos montada. Los apoyos repartidos van inevitablemente hacia el mismo lado: escorados a la izquierda. Apuntalando causas o países que se consideran afines. Lo demás, directamente, no existe. Tomen si no el ejemplo de Venezuela. El país lo está pasando fatal. Se encuentra luchando para que la negra noche de la dictadura no caiga sobre él. La colonia venezolana –unos mil en Asturias- incluso organizó un referéndum en la plaza del Instituto. Hace unos días sacaron las urnas a la calle para contrarrestar esa ignominiosa Asamblea Constituyente de su presidente, Nicolás Maduro. Sin embargo, desde el Ayuntamiento ni una palabra. Aunque el pueblo venezolano esté al borde del colapso total, las declaraciones de apoyo son para otros. Da igual que los vínculos de nuestra ciudad –y por ende del Principado- sean históricamente muy sólidos: unos 6.293 emigrantes asturianos y sus descendientes viven allí. En Gijón, sin duda, se ignora a Venezuela y el estado fallido en que se ha convertido. Algo que también pasó con México y el muro de Trump, pese a que en nuestra bahía se construyen barcos para allí por encargo. Como ven, en política todas las cosas son del color del cristal con el que se mira. En este caso, un vidrio deformado que ve la realidad según le interesa. Aquí tenemos debates sobre medio mundo, nos metemos de lleno en el activismo político sin venir a cuento, transformamos el Consistorio en una especie de Ministerio de Asuntos Exteriores… pero utilizando siempre el mismo carril de la calzada: el izquierdo.