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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Huele a prórroga.

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O mucho me equivoco, o volveremos a tener prórroga presupuestaria en 2018. Todo parece indicar que va a ser así, aunque a nadie nos guste. El gobierno municipal llevó un varapalo de órdago cuando no le aprobaron las ordenanzas fiscales. Esto es, los ingresos para el año que viene. La oposición en bloque dijo nones. Unos y otros acumularon motivos para dejar sólo a Foro. PSOE, PP y Ciudadanos, por ejemplo, votaron en contra. Mientras que Xixón Sí Puede (XSP) e IU se abstuvieron, básicamente porque no lograron llevar a cabo sus propuestas más contundentes. Entre ellas, el IBI diferenciado: subir a más del doble lo que pagan los inmuebles con un valor catastral superior al millón de euros. En fin, ya saben cuál es la filosofía para estos asuntos: al rico y al gorrión… perdigón. Pues bien, nos encontramos ante la tesitura de que los ingresos, en el mejor de los casos, van a ser los mismos. Permanecerán congelados a la fuerza los principales precios públicos y tributos. Nada de cobrar más por tasas, ni por los cajeros, ni a los bienes con características especiales (embalses, presas o saltos de agua). Con lo cual, cuadrar un presupuesto con este severo condicionante –y sabiendo que se está al límite de la regla de gasto que impone la ley- resulta harto difícil. Nadie en la oposición va a quedar contento con el borrador que se presente. Grupos como XSP e IU –que aprobaron las actuales cuentas con su abstención- no van a estar conformes en absoluto. Para ellos, un presupuesto municipal siempre tiene que ser expansivo. Crecer en gasto social hasta el infinito y sin mirar nada más. Un riego constante de dinero público a ciertas capas de la población. Y si no, a las pruebas me remito. Si en 2017 lo tenemos es gracias a que se puso en marcha la renta social municipal: ese Leviatán que se comerá todos los recursos del Ayuntamiento en un tiempo récord. Digamos, pues, que los únicos presupuestos que vamos a tener en toda esta legislatura –porque 2019 ya es año electoral y nadie se va a mojar- dejarán una hipoteca considerable para el resto de ejercicios. Casi mejor que ni hubieran existido. Por tanto, ya me dirán que nos ha aportado este Consistorio tan fragmentado y plural. El cacareado diálogo y pacto entre las fuerzas políticas se ha quedado en nada. Diluido como el azúcar en el café. La realidad bien lo demuestra: de cuatro acuerdos presupuestarios posibles, tendremos uno. A lo sumo, y estoy en la improbable hipótesis de que al final en 2018 se haga realidad, dos. Así es muy complicado dar por buena la gestión de una legislatura. Más bien, diría que hemos estado perdiendo el tiempo.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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