Creo que muchos desconocíamos que un volcán en la remota Islandia pudiese generar tantos problemas. En principio, siempre los habíamos percibido como un mero espectáculo visual, algo así como fuegos artificiales que nos regala la naturaleza. Sin embargo, el caos que están generando sus cenizas es más que importante. Ayer tuve la oportunidad de hablar con dos personas –hay más de 7 millones tiradas por los aeropuertos- plenamente afectadas. Una se encontraba esperando regresar a su casa en Bruselas, la otra reincorporarse a su trabajo en Londres después de pasar unas breves vacaciones aquí. Me causa perplejidad que algo tan distante pueda afectarnos de lleno y, como muchos otros, pregunto si las decisiones que se tomaron fueron correctas. Es decir, si eso de cerrar el espacio aéreo europeo a cal y canto no se podía haber hecho como ahora se propone: por zonas en función de la densidad de las cenizas. A mí personalmente me sorprendió que nuestro aeropuerto, el de Asturias, se cerrara el domingo. Supongo que esto tendría que haberse hecho en función del destino elegido y no por sistema, o sea, volar a París puede tener un riesgo pero a Madrid… En fin, que realmente no sabemos si también hemos estado afectados por un volcán burocrático que expulsó medidas exageradas. En cualquier caso, todo sea por la seguridad.