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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

A menos.

gente_xoptimizadax-kb7d-u21828101783wh-575x323el-comercioDe todos los retos a los que nos enfrentamos, hay uno que sobresale especialmente. Me refiero al demográfico. Gijón acabó 2017 con 1.057 vecinos menos. Algo que ha sido una constante durante los últimos tiempos. Desde 2012 –año en el que se dio el máximo de población empadronada con 277.733 habitantes- el ritmo de caída es superior a las 1.000 personas anuales. Es más, si tenemos en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística, Asturias cruzará la barrera psicológica del millón de habitantes hacia el 2020. Fecha en la que también nuestra ciudad –si la proyección se cumple, que tiene toda la pinta- bajará de los 270.000 habitantes. Incluso, según los estudios de Eurostat, o sea, el organismo europeo de estadística, hacia el 2050 el número de asturianos rondará los 889.000. Si eso lo trasladamos a la mayor ciudad de nuestro paraíso natural, la cifra resulta aterradora: en Gijón seremos poco más de 230.000 habitantes. Una ruina si pensamos que un día llegamos a creer que sobrepasaríamos los 300.000, acercándonos poco a poco a metrópolis como Bilbao. Y eso, según Eurostat, con un 40% de los gijoneses mayores de 65 años. Imagínense lo que significa la vida en una urbe con semejante cantidad de población mayor. Una ciudad envejecida tiene tasas de actividad bajas, porque, como es lógico, con la edad se necesitan menos cosas. Menos coches, viviendas, hipotecas, viajes, ocio, etcétera. Pregunto, ¿es ése el futuro que nos espera? El Principado ha puesto en marcha un ambicioso Plan Demográfico con el horizonte fijado en 2027. El objetivo es revertir este declive constante y aumentar la natalidad, actualmente situada en 1,01 hijos por mujer. Sin embargo, será muy difícil si la inmigración no ayuda, es decir, si no viene gente de afuera a vivir, que se pueda cambiar dicha tendencia. Lo digo porque es muy nuestro pensar que a base de subvenciones se soluciona todo. Recordemos que, a nivel estatal, el Gobierno de Zapatero, ofreció ayudas de 3.000 euros por hijo y la merma siguió igual. Lo mismo que aquí durante las presidencias de Areces y Cascos, que también tomaron esta vía con nulos resultados. Miren ustedes, la única opción que existe de no ir a menos es crear puestos de trabajo. La única posibilidad de que una pareja tome la decisión de formar (o incrementar) una familia, viene si sus miembros tienen trabajos estables y seguros. Al igual que, si se genera actividad económica y con ello el consiguiente empleo, ese «bucle diabólico» en el cual la emigración siempre supera a la inmigración cambiará. O dicho de forma: se dejarán de ir más de los que llegan. Nuestra alcaldesa, Carmen Moriyón, expresaba hace poco que su principal deseo para 2018 era el auge del empleo. Pues eso…

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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