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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Adiós Carles y hasta nunca.

puigdemont-kqkh-u50840683446ccd-624x385rcComo todas las decisiones que se quedan a medio camino, la de Roger Torrent, presidente del Parlament, no contentó a nadie. En el bloque constitucional -si bien agradó el aplazamiento del pleno de investidura- tampoco gustó que se mantuviera como candidato a Carles Puigdemont. Eje del mal, príncipe de toda esta parálisis y sin dios que vive la política catalana. A los constitucionalistas -valorando que se respete la legalidad impuesta por el Tribunal Constitucional- no les resultó especialmente atractivo el empecinamiento por investir al prófugo. Con cualquier otro candidato sin causas penales pendientes la normalidad institucional (si algo normal queda en Cataluña), volvería. Ahora bien, donde resultó especialmente dolorosa fue dentro del independentismo. Ha provocado, como no podía ser de otra manera, un cisma de órdago. Al propio Carles le sentó como un tiro porque él pretende seguir tensando la cuerda y salvar su situación personal. Incluso dijo que no había otro candidato alternativo posible. O yo, o la nada. Saltándose, claro está, todo lo que Junts per Catalunya (a quien tiene secuestrado) y Esquerra Republicana pudiesen decidir. Es más, en un émulo de la toma del Palacio de Invierno, algunos de sus radicales fanatizados empezaron a gritar «o investís al president, o tomamos el Parlament». Hecho que causó conflicto con los Mossos, porque, ya ven, no sólo la malvada policía española da palos. El caso es que la postura tomada por Torrent también tiene algo de personal. Resulta obvio que el recién elegido tiene miedo a la cárcel. Es decir, acabar como Junqueras y compañía habiendo aterrizado apenas en el cargo. En esta marcha atrás ha pesado el bagaje anterior y las consecuencias de saltarse las leyes. El Constitucional lo dejó muy claro: si no se acataba su resolución habría sanciones penales. A Puigdemont le resulta especialmente sencillo mover piezas desde su retiro dorado, sin embargo, quienes sufren las consecuencias son los que están aquí. Que se lo digan al preso más famoso de la prisión de Estremera, privado de libertad provisional por su fuga. Aplazar el problema que representa Puigdemont para Cataluña no lo soluciona. Está, como él mismo admite al verse abandonado, acabado. El president del Parlament no puede mantener su candidatura contra viento y marea. Es completamente imposible. Al final, tendrá que ceder porque no le va a quedar más remedio. Este limbo creado no se puede prolongar mucho más allá: el secesionismo no creo que esté contento con seguir intervenidos. En sus manos está acabar con él. Es tan sencillo como que otro ocupe su lugar. Lo demás, es prologar esta sangría económica y social «sine die». Adiós Carles y hasta nunca.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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