Lo que estamos viviendo en Cataluña es el fin de una época. En concreto, la de una locura colectiva en forma de independencia que apenas duró unos minutos. Con la mayor parte de sus cabecillas huidos o en prisión, el llamado «procés» ya no da para más. «Game over». Eso sí, como todo lo que nace convulso acaba bajo la misma condición. Las algaradas de estos días no son más que los prolegómenos de su entierro. Los famosos Comités de Defensa de la República (que deberían llamarse de la Revolución), en definitiva, sus plañideras. Ahora bien, velan al moribundo -porque no saben de otra manera- de forma violenta y perturbadora. Quemando contenedores, enfrentándose encapuchados a la policía o cortando durante horas las autopistas. Es su manera de despedirse y, también, claro está, de presionar a los políticos para que no abandonen el funeral. Éstos, abrumados por las circunstancias al tener que navegar entre dos aguas, se dedican a vivir en lo que Ciudadanos llama el «Matrix» catalán. Plenos donde se le reconocen los derechos virtuales (que no reales) a los que están en la cárcel, declaraciones simbólicas o intentos de presidencia a distancia. Sin embargo, saben de sobra que van a tener que volver a la legalidad quieran o no, pese a que la CUP les obligue a continuar en esta dinámica. Llevan demasiado tiempo bajo el artículo 155 de la Constitución y, sobre todo, tienen miedo a la Justicia. Han comprobado hasta dónde puede llegar y no quieren acabar entre rejas como les ha ocurrido a los de la fallida república catalana. Por eso, poco a poco, se recuperará la normalidad. Veremos, obviamente, más manifestaciones y algún que otro tumulto callejero. No se preocupen: la tensión va a menguar porque el tiempo corre. Tic tac. Recuerden que antes del día 22 de mayo tiene que haber gobierno, o volveremos de nuevo a las urnas. Cosa que nadie quiere porque el resultado es incierto. En este ambiente el independentismo tampoco tiene claro que pueda revalidar su mayoría parlamentaria. El desgaste sufrido por el bloque soberanita ha sido mayúsculo. Entonces, muy probablemente veamos como entra en juego En Comú-Podem, o sea, el alter ego de Podemos. Junto con Esquerra -cada vez más distante de Junts per Catalunya- harán la coalición necesaria para desbloquear esta situación. Los de Ada Colau siempre han estado navegando entre dos aguas -obsérvese que los comunes participaron en la última declaración contra los encarcelamientos- y parece que están dispuestos a echar el resto. El acercamiento de Xavier Domènech, presidente del grupo parlamentario, al mundo independentista ha sido notable. Ya quedan pocas dudas de qué lado está. Tendremos gobierno en Cataluña y el «procés» será un cadáver en descomposición. Descanse en paz.
@balbuenajm