La verdad, como a casi todo el mundo, me sorprendió bastante lo que sucedió ayer a la llegada del llamado Tren Negro. A la sazón, evento inaugural de la Semana Negra en Gijón. Y no es que nunca antes hubiese habido manifestaciones y protestas en la estación de El Humedal, sino que el viernes fueron mucho más intensas. Se había juntado un espectro de manifestantes tan amplio que, al final, la cosa se desbordó. Estaba desde quien lucha por no perder su puesto de trabajo (trabajadores de Chupa Chups), hasta quien ya no lo tiene («Asamblea de Parados»), pasando por grupos antisistema, reivindicaciones salariales, etcétera. Resumiendo: caldo fuerte teniendo en cuenta los ingredientes. El caso es que una joven llegó incluso a agredir al presidente Areces, quien, seguramente, no tenía mucha más culpa que otros de lo que se reclamaba. La crisis ha generado una desconfianza tan grande en la clase política que acaba en crispación. Ayer, cualquier político y casi de cualquier color que hubiese estado en el acto, se hubiese llevado las del pulpo (y no me refiero al del Mundial).