Estaba claro que, el Real Decreto Ley aprobado por Fomento en febrero, traería cola. En él se eliminaban una serie de privilegios -sí, como dijo el vicepresidente Chaves: privilegios que no derechos- además de una reducción salarial del 40% (de 375.000 euros anuales a 200.000). A partir de ahí, claro está, un colectivo tan cerrado y opaco se defendió. Primero, con una aluvión de bajas laborales que, aunque no se quiso reconocer, fue toda una huelga encubierta. Y ahora, con un paro sin fecha fija entre el 16 y 20 de este mes. En resumen, toda una puñalada para el sector turístico y la ciudadanía en general.
Evidentemente, no hace falta comentar que los controladores aéreos tienen mala imagen. Se les considera casi como una casta a la que no se la puede tocar. Todos los gobiernos han sufrido sus excesos y, quien más quien menos, tuvo que amoldarse a esos privilegios de los que antes hablábamos. También es cierto que no sólo es un caso español, en Francia, por ejemplo, están parecido. Pues bien, como ciudadano de a pie uno entiende que es una profesión difícil y de mucha responsabilidad. Sin embargo, mal pagada no está –pueden llegar a cobrar hasta 1 millón de euros- y, ciertamente, tienen una especie de lobby montado que ya quisieran otras. Si se criticó a los trabajadores de Metro Madrid por paralizar durante varios días el transporte en la ciudad, con más motivo la de este colectivo que puede generar unas pérdidas diarias de 40 millones de euros. Si hay 4,6 millones de parados y estos señores se ponen de baja médica por estrés de forma masiva, la pena es que no se les pueda reciclar para ocupar esos puestos de trabajo. La crisis debe de servir para cambiar algunas cosas y ésta, por qué no, puede ser una de ellas.