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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Un gobierno inestable.

ministros-624x385-kwwd-u502144027470ryg-624x385rcPablo Iglesias, entusiasmado con la moción de censura que desalojó del poder al PP, dijo que se iba a formar un «gobierno estable y de amplia base». Es más, habló de que lo apoyarían 153 diputados -en alusión a los del PSOE (84) más los de Unidos Podemos (71)- como sustento del mismo. Incluso, fíjense, hasta propuso que Pedro Sánchez les cediese carteras para gobernar de forma conjunta. Sin duda, el fin de Iglesias, más que contribuir a la estabilidad de cualquier gobierno del PSOE, es todo lo contrario: desgastarlo. Darle cuerda y quitársela hasta que, cuando le convenga, lo deje caer. El líder de Podemos siempre hace la misma jugada: a cualquier presunto aliado lo acaba devorando. Miren si no lo que le ha sucedido a IU.

El gobierno de Pedro Sánchez nace bajo el signo inequívoco de la inestabilidad. Ni se sabe cuánto va a durar, ni cómo va a gobernar, ni qué apoyos parlamentarios va a tener. El instrumento democrático que ha llevado a los socialistas al poder tiene efectos secundarios por conocer. Recuerden que estamos hablando de que es la primera vez en democracia que una moción de censura triunfa. No hay precedentes ni experiencias previas. Sin embargo, en otros países ya lo han experimentado y cada uno lo vive de diferente manera. Por ejemplo, Hemult Kolh, el ex canciller alemán, llegó al poder en 1982 mediante una moción de censura. Muy cuestionado desde el principio por el resto de los partidos, siempre dijo que su deseo era ser refrendado en las urnas. Dado que el sistema no le permitía disolver el Parlamento, eligió una fórmula curiosa para llevar a cabo esa intención. Se planteó una moción de confianza a sí mismo con objeto de perderla. Posteriormente, ganó las elecciones y estuvo durante 16 años como Canciller Federal.

Desconocemos si la intención de Sánchez es convocar elecciones. Eso no ha quedado claro en absoluto. Dentro de su equipo hay quien sostiene que sí y otros que no. Algunos dan fecha, mientras que casi todos la aplazan. Depende, claro, de cómo vayan las cosas. Si pueden gobernar de forma más o menos razonable, aguatarán. Si no, obviamente, no les quedará más remedio que ir a las urnas. Lo mismo que pasa con los supuestos apoyos parlamentarios. Los independistas catalanes se mostraron eufóricos por echar a Mariano Rajoy. Ahora bien, con el primer nombramiento, el de Josep Borrell como ministro de Exteriores, ya han comenzado a protestar. Al PNV, clave en este súbito cambio político, la jugada puede salirle rana. El PP ha dicho que enmendará sus propios presupuestos en el Senado. 540 millones en inversiones para los vascos están en juego. Igual la apuesta por Sánchez no sale muy rentable. Estamos, pues, ante un mar de incertidumbres y una sola certeza. Tenemos Ejecutivo aunque no sabemos durante cuánto.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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