Hace poco estuve en París. Reconozco que, efectivamente, había un montón de rumanos ejerciendo la mendicidad. Su táctica -o al menos la que a mí me aplicaron- consistía en lo siguiente. En las zonas más turísticas se acercaban por la espalda y a paso acelerado te adelantaban. Dos metros adelante paraban en seco, se agachaban y hacían como que habían encontrado un anillo de oro por el suelo. Lo mostraban y decían que era tuyo, que te lo quedases sin problemas. Evidentemente, por lo menos en mi caso, intentabas decir que no, que sería de otro. Sin embargo, erre que erre insistían a toda costa en que la supuesta joya era ahora de tu propiedad. Cuando al final, para que te dejasen en paz, te lo metías en bolso; reclamaban una parte de su “alto” valor como compensación por el gesto.

A mí la medida del Gobierno francés –deportar masivamente a gitanos rumanos y búlgaros- se me asemeja bastante a las expulsiones de judíos que tuvieron lugar en España durante el siglo XV. Eso sí, dulcificada bastante puesto que se llama «Ayuda al Retorno Humanitario» y va acompañada de 300 euros por adulto más 100 por niño. Desde luego, el hecho es algo insólito dentro de la Unión Europea. Ambos países, Rumanía y Bulgaria, son miembros y por tanto tienen libre circulación desde el 2007. Entramos, pues, en una pregunta de mayor calado, ¿se está haciendo bien entonces la ampliación de la UE? ¿Cómo puede ser que aceptemos a países y rechacemos a sus ciudadanos?

Aquí tienen un vídeo sobre la opinión de los gitanos…