Las declaraciones del presidente socialista de Castilla-La Mancha, José María Barreda, sobre la necesidad de un «cambio de rumbo» para no sufrir una catástrofe electoral; abrieron también un debate sucesorio. Cierto es que su postura tenía una buena dosis de egoísmo, ya que, en las encuestas, el PP saldría ganador en su comunidad por culpa, según él, del efecto negativo de Zapatero. Sin embargo, lo que estamos viendo en torno al Presidente no es la primera vez que ocurre. Cuando el PSOE se vio en esta misma tesitura en el año 96, optó por la continuidad de Felipe González. Resultado: Aznar ganó las elecciones. Después, vino un periodo convulso interno que llevó a unas primarias que ganó Borrell, pero donde el candidato fue Almunia con posterior batacazo en el 2000. Al Partido Popular, usando diferente método, le pasó algo parecido. Aznar dejó bien claro desde el principio que sólo estaría ocho años y lo cumplió. Ahora bien, para designar a su sucesor utilizó el famoso «dedazo» a favor de Mariano Rajoy. Como saben, el Partido Popular perdió el gobierno en el 2004 y hasta hoy.

En el Comité Federal del PSOE el próximo 23 de octubre, hay voces que quieren saber qué va a hacer el Presidente. A mí, la verdad, me parece todavía muy pronto. Quedan algo menos de dos años para acabar la legislatura y sería demasiado prematuro abrir un debate sucesorio, con el desgaste que eso conlleva. Eso sí, ante la proximidad de las elecciones autonómicas y municipales es inevitable que no surjan discrepancias por el, llamémoslo así, amor al cargo. Para algunos, seguramente los que iban corriendo a hacerse la foto con el hombre del talante, Zapatero ya es un problema y, para otros, los que han medrado a su sombra, una llama que nunca desfallece.