Tienen los mercados financieros algo animal: una vez detectada una debilidad, buscan la presa. Hace tiempo que, como objetivo, se fijaron en los famosos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) para especular con su deuda. Todos coincidían en una cosa: necesitaban financiarse exteriormente para corregir importantes desequilibrios macroeconómicos. A dos de ellos, Irlanda y Grecia, les hicieron subir el coste de la deuda hasta que, lógicamente, era imposible de pagar. Mientras que la griega llegó a estar al 12%, en el caso Irlandés fue del 9, con lo cual, tuvieron que acudir a la financiación europea que ronda más o menos el 5%. Los movimientos que estos días estamos viendo costarán al Estado español, ojo, la nada desdeñable cifra de 1.000 millones de euros. Durante 2011 nuestra deuda subirá hasta el 70% del PIB, la más alta de nuestra historia. Esto, claro está, constituye una debilidad y, pregunto, ¿no seremos también presa?
Mientras tanto, en Alemania el debate es otro. Como pueden ver en la foto su canciller, Angela Merkel, se desgañitó en el parlamento defendiendo al euro. Con una economía boyante muchos alemanes se preguntan, ¿por qué hay que pagar el despilfarro de los demás? En la sociedad existe el convencimiento de que son quienes hacen frente al sostenimiento de Europa. Ciertamente, siempre fueron contribuyentes netos de la Unión durante toda su historia (representan el 25% del PIB europeo); pero tampoco ha sido de forma altruista. España recibió muchos fondos, sí, pero la Alta Velocidad fue construida por empresas alemanas. Y como eso, muchas otras infraestructuras tuvieron su origen en el potente sector industrial alemán. Por tanto, en un momento tan crucial, el debate no debe ser quién paga o no los excesos (que los hubo); sino la defensa común ante todo un ataque al sistema económico europeo.