Más o menos, las elecciones catalanas cumplieron con los patrones que estamos viendo en casi todos los comicios. Un Gobierno fuertemente castigado (el tripartito perdió 22 escaños), gran resultado de la oposición (obsérvese CiU y el PP) y la aparición de nuevos partidos (el de Laporta consiguió 4 escaños). Así visto, lo que cabe preguntarse es si ese, llamémoslo así, comportamiento electoral ante la crisis, va a repetirse o no para las municipales y autonómicas del año que viene. A mi juicio, ciertamente, es más que posible. En futuras elecciones –salvo que las cosas cambien mucho- veremos los mismos ingredientes que se han dado en estas catalanas: gobiernos a la baja, oposición al poder pero sin mayoría absoluta y, como complemento, la apertura parlamentaria a nuevas opciones. En resumen, todo lo que un electorado cansado de una clase política devaluada suele demandar. Como anécdota, ahí tienen al portavoz del Partido Socialista de Cataluña quien, además de tener que digerir la dolorosa derrota, tuvo que soportar el impacto de un huevo. Por cierto, lanzado por una persona que había perdido su trabajo.

Podríamos calificar el encuentro de Zapatero con 37 grandes empresas de fuego fatuo. Como no generó ningún documento, ni hoja de ruta, ni se llegaron a acuerdos; ya ven, estamos a lunes y casi está olvidado. El hecho de que el Presidente haya elegido a este sector empresarial que congrega al 40% del PIB, francamente, me sorprendió. ¿Por qué no se reunió con la CEOE que representa a todo el sector? En fin, parece ser que unos reclamaron reformas y, por su parte, el Gobierno demandó esfuerzos. A la sazón, lo que todo el mundo esperaba. Sinceramente, dudo que haya una segunda parte.