En realidad, el independentismo nunca quiso hablar de números. De hecho, resulta completamente anómalo que en una negociación para aprobar unos Presupuestos Generales del Estado (PGE), se quiera introducir el derecho a la autodeterminación de una parte del país. El Gobierno de Pedro Sánchez debía de haber tenido eso en cuenta antes de sentarse a la mesa: que para nada al secesionismo le interesa las inversiones que pueda realizar el Estado, el dinero de la financiación autonómica o la posibilidad de aumentar las competencias. Sólo tienen en mente una cosa: la obsesión por una república imposible. Con estas premisas, resulta normal que la negociación apenas durase un día. Ojo, y con una polémica enorme por la figura del «relator». Ya saben, una especie de mediador -encima tenía que ser internacional, porque de los de aquí no servían- que estuviese presente en las reuniones.
Los 21 puntos que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, había situado como punto de partida, eran de imposible cumplimiento. Ningún gobierno de España -sea del signo político que sea- los podía aceptar. Así y todo, Moncloa aceptó negociar con tal de sacar adelante los PGE. ¡Qué error, qué inmenso error! Sánchez ha acabado chamuscado por creer que era capaz de domesticar a un tigre. El independentismo está desbocado y desprecia cualquier vía de solución que no sea la suya. El martes, el portavoz de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Joan Tardà, acusaba al Gobierno de ceder ante el «chaparrón de la derecha», mientras repetía que no se habían levantado de la mesa. Todo ello, bajo la presión que significa para ese mundo el juicio a los políticos del «procés». Es decir, las bases movilizadas y esperando que no se ceda ni un ápice, porque significaría una rendición. Resultado: que PDeCAT y ERC ha tumbado los presupuestos, al votar a favor de la enmienda a la totalidad planteada.
Al Presidente no le queda otra que convocar elecciones. Resulta estéril intentar gobernar con 84 diputados, sin los aliados que le facilitaron su investidura y, encima, con unas cuentas prorrogadas del PP. Si en la actualidad ya era complicado salir adelante, en estas condiciones adquiriría tintes épicos. Representaría un desgaste insoportable, no sólo para el propio Ejecutivo, sino también para el PSOE que está a las puertas de unos comicios. Game over: el juego está acabado en esta legislatura, pese a que Sánchez ha demostrado siempre una capacidad de supervivencia infinita. No sé, quizá ahora hubiese sido mejor el plan primigenio que pretendía llevar a cabo. Esto es, una moción de censura instrumental y llamar a los españoles a las urnas. Se habría ahorrado muchos disgustos y no poco sufrimiento. Pero el poder, ay, es lo que tiene. Atrae, seduce y es como una especie de droga. Una vez que lo pruebas… no lo puedes dejar.
@balbuenajm