Si la industria del metal estornuda, Gijón coge catarro. Incluso hasta una pulmonía. Este puede ser el resumen de nuestra relación con el sector. La dependencia de nuestra ciudad, en cuanto al empleo y la calidad en el mismo, es bastante notable. Por eso, las noticias que nos llegan de ArcelorMittal son más que preocupantes. La reducción en la producción de acero en 700.00 toneladas, nos afectará y mucho. De hecho, la parada técnica del horno alto “B” de la planta gijonesa, prevista en otoño para cambiar los circuitos de refrigeración, no tiene fecha de puesta marcha. Esto significa mayores ajustes en la plantilla ya que el efecto se dejará notar en todas las instalaciones de la multinacional. Más gente que se irá para casa de forma temporal o definitiva. En cualquier caso, la industria está pasando por un momento crítico que los expertos resumen en la llamada «tormenta perfecta». Sin duda, en Gijón pagaremos también las consecuencias.
Recuerden que el complicado mercado del acero está en plena crisis mundial. Europa está absorbiendo todo lo que no puede entrar en Estados Unidos, debido a la política proteccionista y las guerras comerciales del presidente, Donald Trump. Además, se trata de un material producido sin las restricciones medioambientales que a nivel europeo se dan. Esto es, sin tener que pagar unos costosos derechos de emisión de CO2 y con una electricidad mucho más barata. Por tanto, no puede haber competencia posible. Mientras que aquí estamos restringiendo la producción por la caída de la demanda, el acero chino, ruso o turco inunda los mercados a precios muy bajos. Una situación que hace que todas las plantas de ArcerlorMittal sufran recortes. Y más, la asturiana porque se trata de una siderurgia integral. O sea, en ella se realiza todo el proceso de fabricación. Desde un barco que entra por El Musel con el mineral, hasta que el producto final acabado sale de la factoría.
Muchas veces hemos escuchado aquello de que «viene el lobo», con respecto a la mayor empresa que tenemos en nuestra ciudad. Sin embargo, esta vez parece que la amenaza es más real que nunca. Si continúan las circunstancias actuales, la multinacional tenderá a transformar el acero, pero no a fabricarlo. Es decir, lo comprará a bajo coste para luego darle forma, con todo lo que ello significa: una pérdida de empleo considerable y un puerto que reducirá buena parte del tráfico. Por no hablar de la multitud de empresas auxiliares que se verán afectadas y que estarán condenadas a medio plazo. En resumen, nada será igual en Gijón si ArcelorMittal vira su estrategia o realiza una deslocalización. El que esto no sea así, claro, también depende de la defensa que se haga. El Gobierno español (y europeo) tiene mucho que decir a la hora de proteger su industria. Esperemos que no dejen que el lobo nos coma.
@balbuenajm