Según pudimos leer en estas mismas páginas, dentro de cuatro años las ciudades con más de 50.000 habitantes tendrán que implantar «zonas de bajas emisiones». Esto es, más o menos, lo que se conoce como «Madrid Central» -por la experiencia que se realizó en la capital- y del que todos hemos oído hablar. La medida está en el borrador del Plan Nacional de Energía y Clima 2021-2030 que ha remitido el Gobierno de Pedro Sánchez a la Unión Europea. Según el mismo, se trataría de convencer al 35% de los conductores para que se pasen «al transporte público, el compartido y los modos no emisores». En definitiva, que se prohibirá o restringirá el uso del coche particular hasta límites insospechados. Desde ponerle una tasa para su entrada en esas zonas, hasta denegarle el acceso directamente. Por ejemplo, a los vehículos diésel que constituyen el 60% del parque automovilístico asturiano.
Pues bien, yo me pregunto cómo será ese «Gijón Central» que está por venir. Es decir, si se impedirá la entrada al centro de la ciudad de forma férrea, cuando nuestro problema grave con el medioambiente está en otros lados. Me refiero, claro, a la zona oeste donde se produce una concentración masiva de tráfico pesado. Seguramente, la llamada «almendra central» que se diseñe abarcará a esas calles en muchos casos ya peatonalizadas o casi. Sin embargo, como digo, la cantidad de camiones que pasan por La Calzada es la que hace daño de verdad, a los pulmones de quienes allí viven y por ende al resto. Fíjense que se calcula que el tráfico de estos vehículos está en más de 200.000 al año según los últimos estudios. Para ello, se había proyectado el vial de Jove que sacaría este tráfico de la avenida Príncipe de Asturias. Obra que fue concebida en 2005 y que, como siempre en nuestro paraíso natural, no acaba de ver la luz.
De hecho, en los últimos Presupuestos Generales del Estado que no fueron aprobados, su partida desapareció. Fue anulada porque, según el nuevo equipo del Ministerio de Fomento, el coste estaba mal calculado. Pasaría de los 145 millones de euros al tener que realizar dos falsos túneles de 2,5 kilómetros de longitud, cuando se hablaba de entre 77 y 99,5 millones. Todo ello, a pesar de que en una visita del ministro, José Luis Ábalos, a nuestro Gijón del alma, dijo que era su intención «acelerar la obra». Pregunto, ¿no es acaso un contrasentido demonizar el vehículo particular, a la vez que se dilatan hasta el infinito las infraestructuras para el pesado? ¿Qué sentido tiene luchar contra la contaminación en el centro, cuando se está desdoblando la As-19 entre Lloreda y Veriña para facilitar el tránsito de camiones, mientras que el vial de Jove lleva catorce años parado? Aquí, como dice el personaje de «Alicia en el país de las maravillas», corremos mucho para quedarnos siempre en el mismo sitio.
@balbuenajm