A) No va a ser una legislatura fácil. El gobierno que forme Cascos tendrá que pelear contra muchos imponderables. Lo normal es que, luchar contra la crisis, fuese su principal obstáculo; sin embargo, me temo que tendrá bastantes más. El principal: sacar adelante propuestas ante el Parlamento.
B) Su primer enemigo, como quedó demostrado en el debate de investidura, no va estar en la izquierda; sino en el propio PP del cual proviene Álvarez-Cascos. El rifirrafe que tuvo con Pérez-Espinosa fue de lo más agrio. Casi a cara de perro. La portavoz popular no criticó el programa de Cascos, pero sí a su persona. Mal rollo. Digo que el programa de Cascos no se utilizó de arma arrojadiza por una sencilla razón: sería para el PP como criticarse a sí mismo. Las medidas de gobierno tendrían que ser suscritas por los populares en cada uno de sus puntos. Sin embargo, el discurso que acusa al ex vicepresidente de todos sus males, puede más.
C) Tenemos, pues, un grupo socialista que de momento se encuentra aletargado. Una IU que se deja querer por las propuestas de Cascos. Y, sobre todo, un PP cerrado en banda que no ha digerido todavía la derrota. Difícil cóctel para llevar a cabo una gestión. Como oasis de entendimiento en la derecha, de momento, tomen el caso de Gijón. Los populares gijoneses, en un ejercicio de pragmatismo, han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. No sólo pactan con Foro la organización municipal, sino que incluso se las arreglan para limitar el poder todavía existente de la izquierda. Sin duda, el PP gijonés ha sabido conectar con el deseo de sus votantes. No podemos decir lo mismo de los dirigentes regionales.