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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El magma.

Tal parece que se está creando una especie de magma de lo más denso. Uno donde se mezclan las instituciones del Estado y el propio Gobierno sin saber muy bien qué papel les corresponde. Tal parece, digo, que la investidura de Pedro Sánchez se está convirtiendo en un batiburrillo, hasta tal punto que es al propio Ejecutivo a quien se le atribuyen facultades imposibles. Los independentistas de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) -a cuenta de la sentencia de la Justicia Europea donde se reconocen unos derechos para ser europarlamentario y nada más- quieren que la Abogacía del Estado pida la libertad de su líder, Oriol Junqueras. Asimismo, que se anule el juicio del «Procés» junto con la excarcelación de los presos y regreso de los que llaman exiliados. En resumen, pretenden que Sánchez se pase por el forro una sentencia condenatoria por sedición, ojo, ni más ni menos que del Tribunal Supremo. Algo que ningún presidente español puede ni va a hacer. Al menos, eso es lo que esperamos.

No contentos con esto, también se mete en el ajo a la propia Monarquía. Se decía que el discurso de la pasada Nochebuena era transcendental para este sinvivir político que tenemos. Más o menos, se le pedía al Rey que efectuase una especie de soflama, cantándole las cuarenta a todos nuestros políticos. Parecido a lo que hizo en el famoso discurso posterior al uno de octubre y que representó el pistoletazo de salida para la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Eso sí, de forma bastante timorata. De este magma que se ha creado, como digo, tampoco se salva ni la Corona por mucho que represente la unidad de España. Se le exige que baje al barro en que se ha convertido nuestra política, pese a que en este año que termina hemos pasado dos veces por las urnas. El Rey, sin duda, se limitó a hacer un alegato por la convivencia y luego cada uno cogió la parte que más le interesaba. Prácticamente, lo mismo de siempre.

Entiendo que el PSOE de Pedro Sánchez quiera formar gobierno, pero cada día que pasa está jugando más con fuego. Aceptar como compañeros de viaje a ERC significa que va a acabar quemándose. No sólo ante la opinión pública, sino también a nivel interno. Recuerden las palabras de Emiliano García-Page, el presidente de Castilla-La Mancha, sobre esta negociación con el independentismo. «Yo para Reyes», dijo, «lo que no quiero, como no creo que quiera ningún español, es vaselina». Más claro el agua. Si los socialistas van a dejarse tantos pelos en la gatera, deberían de pensar si les merece la pena. Incluso si ser rehenes de un partido que no practica (ni quiere, por lo visto) la separación de poderes va a ser bueno para ellos mismos. Desde luego, estamos viendo cosas que jamás habíamos imaginado: que se le pida con total naturalidad al poder ejecutivo que interfiera y anule el judicial.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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