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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Ni tanto, ni tan poco.

En Gijón pasamos de la nada al todo con mucha facilidad. Fíjense si no lo que está sucediendo con los temas medioambientales. Nuestra sensibilidad hacia la contaminación es muy alta. Yo diría incluso que estamos por encima de la media. Ojo, y no pienso que eso esté mal. Ni mucho menos. Vivimos tiempos donde se mira más que nunca la ecología en contraposición, como digo, con otros donde no importaba casi nada. Cuando yo era pequeño (Jurásico inferior) los peces aparecían panza arriba en la playa. Un río Piles hipercontaminado -mucho más de lo que ahora nos escandaliza- mataba toda la fauna y casi a la población. No era como en este episodio que tanta polvareda ha levantado por siete ejemplares muertos de una misma especie, sino que se trataba de cientos y de toda laya. ¿Se preocupaba alguien por ello? ¿Se pedían acaso responsabilidades? En absoluto. La sociedad de la época veía aquello como algo normal, porque, al fin y al cabo, se consideraba a nuestro río como un vertedero de mierda. Nada que ver, afortunadamente, con la conciencia hacia el medioambiente que en la actualidad tenemos.

Así y todo, sorprende el límite al que estamos llevando las cosas. Más o menos, hace poco más de una semana que no tenemos temporales. Llevábamos dos meses sin parar de intensas lluvias y fuertes vientos. Las borrascas se fueron sucediendo unas a otras casi sin ponerle ya nombres porque se agotaban. Daniel, Elsa, Fabien, etcétera. Hasta tres frentes atlánticos seguidos tuvimos en los días previos a la Navidad. Llevamos, pues, con tiempo soleado y estable cerca de una semana. Sin embargo, hay voces que ya alertan sobre la contaminación en la ciudad. Piden incluso que se declare la alerta -con la puesta en marcha de los protocolos, claro- porque «el nivel de partículas está disparado». Todo ello, repito, después de haber sido limpiados por el diluvio universal y vientos que superaron con creces los cien kilómetros por hora. Si por unos cuantos días de situación anticiclónica ya estamos poniendo el grito en el cielo, intuyo que lo mejor para nuestra salud es que llueva y las borrascas actúen constantemente. Vamos, que Noé saque su arca y así todos felices. Seamos un nuevo Mordor.

Es más, en las redes sociales se fomenta la imagen de un Gijón contaminado, cuando lo está en su justa medida. En los días claros, aparecen cientos de fotos donde se ven nubes de humo en el horizonte. Hechas desde todos los lados y ángulos posibles. En fin, díganme en qué ciudad del mundo no se ve algún rastro de una chimenea cualquiera. Máxime, si tenemos en cuenta que esta es -y lo fue mucho más- una urbe industrial. Buena prueba es que nuestros barrios toman el nombre de las industrias que un día hubo: Laviada, sin ir más lejos. Ahora bien, parece que queremos poner el listón muy alto. Lo dicho: ni tanto, ni tan poco.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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