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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Quizá decepcionante.

El meollo de la sesión de investidura no estaba en saber el programa económico de Pedro Sánchez. Al fin y al cabo, el mismo que expuso en julio del año pasado, eso sí, con retoques morados. O sea, aportaciones de Podemos. Ni tampoco en la lucha contra el cambio climático, la historia democrática del socialismo o las políticas de igualdad. Lo que quería (necesitaba) saber la gente era sobre Cataluña. En concreto, cuál es el precio de la abstención de Esquerra Republicana. El famoso pacto con el independentismo que tantas ampollas -tanto dentro como fuera del PSOE- ha levantado. En este sentido, el discurso de Sánchez quizá fue decepcionante. Pasó por el tema como quien tiene ascuas en sus manos. Recordó que «España no se va romper», algo que se da por descontado. ¡Faltaría más! En tres horas de oratoria apenas se metió en ese volcán, más que nada, porque sabía que iba ser objeto del cuerpo a cuerpo con la derecha. Y así fue.

Pablo Casado estuvo duro. No se anduvo con zarandajas y fue al grano. Centró casi toda su intervención en las presuntas concesiones al independentismo. Tuvo palabras gruesas hacia el candidato y dejó clara la imagen que tiene de él: negativa a más no poder. En el turno de réplica, el presidente en funciones, tampoco anduvo corto. Se dedicó a recordarle a Casado que ha perdido cinco elecciones en 2019, atacando al PP por no haber considerado una abstención. Por su parte, a Santiago Abascal se le notó que todavía no le ha cogido el tono al Parlamento. Por supuesto, muy diferente al de los mítines. En cualquier caso, su ventaja sustancial estuvo en que le entraron al trapo. Es decir, por primera vez Sánchez contestó a Vox -¡míreme a los ojos, señor Abascal!- incluso con datos y cifras. Toda una novedad si tenemos en cuenta que, hasta ahora, el tercer grupo político con 3,5 millones de votos, parecía transparente para el socialismo.

Pablo Iglesias defendió el Ejecutivo al que pertenece «in pectore». Con uñas y dientes, diría yo. A diferencia de otras sesiones de investidura bastantes cercanas, ni una sola crítica a los socialistas. Más bien, lo contario al concentrar sus dardos hacia la «ultraderecha» y la «ultra ultra derecha». Igual que Alberto Garzón. ¡Lo que hace un cargo! Junts per Catalunya (el partido de Pugidemont) se mostró díscolo y airado ante la inhabilitación de Quim Torra por la Junta Electoral Central (JEC). Sánchez estuvo suave y conciliador con ellos. Todo ello, mientras que a la misma hora en el Parlamento catalán Torra sostenía que había que desobedecer a la JEC. En cambio, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, defendió el acuerdo y cabreó al Hemiciclo por partes iguales. Explicó las condiciones de lo firmado con el PSOE, según su versión. El presidente en funciones volvió a estar suave y conciliador, pese a los ataques de Rufián.

En resumen, el debate fue vibrante y para nada aburrido. Hubo enfrentamientos y pasión. Sin embargo, seguimos sin saber lo principal, ¿hasta dónde llega el pacto con el independentismo?

@balbuenajm

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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