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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Lo que faltaba.

La sabiduría popular siempre tuvo razón. Me refiero a cuál era el origen de las manchas de carbón que periódicamente aparecen en San Lorenzo. La versión oficial nos contaba que provenían del pecio hundido del Castillo de Salas. Una autentica mina sumergida en nuestra costa desde 1986. Ahora bien, los paisanos y paisanas que están pendientes del mar lo tenían claro: también de esas montañas negras que se divisan en los espigones del Musel. Fue lo que confirmó una recogida de muestras realizada por el Instituto Nacional del Carbón el año pasado. Lo que tiñe el arenal viene de otro sitio distinto al buque naufragado. Es decir, del acopio de minerales que se realiza en el puerto. Esta semana el Principado reaccionó ante un proyecto carbonero de una empresa gijonesa paralizándolo. Le exige estudiar el riesgo de que «el viento o la lluvia» lleve la hulla a la playa. Asimismo, reconoce que hasta hace cinco años no había hecho nada sobre el tema, para luego centrarse en la calidad del aire, o lo que es igual, evitar esas nubes negras que convertían a Gijón en una especie de Mordor. Hasta ahí, digamos, todo bastante normal. Está claro que nadie desea ver las playas con arena negra y la Administración debe hacer cumplir las normas medioambientales para evitarlo.

Sin embargo, lo curioso está en cómo se ha producido este súbito incremento en la labor inspectora. Ha sido el todopoderoso Ministerio de Transición Ecológica quien la instó durante el periodo de información pública del proyecto. Sí, a la ministra Teresa Ribera -dueña de los cielos y mares de nuestro paraíso natural- no le gusta que El Musel sea un puerto carbonero. Quiere controlar lo que se mueve y le ha dicho a la Consejería de Medio Ambiente qué tiene que hacer. Ésta, pese a ostentar las competencias, ha acatado la orden sin rechistar y de ahí viene esa paralización. Pues bien, sólo faltaba que Ribera -ángel exterminador de las centrales térmicas- se pusiese a decidir qué se puede instalar o no en la dársena. Aviados vamos. Lo que le faltaba a El Musel -que ha perdido 4,4 millones de toneladas de mercancías en dos años por la descarbonización acelerada- es que se metiera el Ministerio por el medio. Lo que le faltaba, repito, es que se perdiese esta inversión o cualquier otra por el conocido fundamentalismo ecológico de esta señora. Lo dicho: con Rivera hemos topado.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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