Primera. El Gobierno acaba de lanzar un plan económico contra los efectos del coronavirus. Serán hasta 200.000 millones de euros, o lo que es igual, movilizar un rescate del 20 por ciento del PIB. Desde luego, una cuantía inmensa. Piensen que, de los anunciados hasta ahora en Europa, es el segundo mayor. Sólo superado por los 500.000 millones de los alemanes, eso sí, ellos no deben ni un euro a nadie: tienen el famoso déficit público cero. Ni en Francia (45.000), ni en Italia (25.000) se aproximan a la cifra planteada por Pedro Sánchez. Bien es cierto que con algún truco. De esa cantidad 117.000 millones corresponden al Estado y el resto a la aportación del sector privado. Es decir, según el presidente las empresas pondrán 83.000 millones de euros para superar esta crisis. Sin embargo, no sabemos de qué manera o en qué forma se producirá esta aportación. Digamos que la parte privada de este plan público se queda en una nebulosa. Veremos.
Segunda. Las medidas gubernamentales destacan mucho lo que llaman «colectivos vulnerables». Sin duda, aportación de la parte morada del Ejecutivo. Según reza, serán esos «colectivos vulnerables» quienes, en principio, se van a beneficiar por las moratorias de las hipotecas o el pago de los suministros básicos (agua, luz o gas). Ahora bien, en estas circunstancias todos somos susceptibles de entrar en esa categoría. En cierta manera, muchas capas de la población que en la actualidad no lo son, pueden pasar a serlo de forma brusca. Fíjense si no en los tres millones de autónomos. En ningún momento se les suspende sus cuotas a la Seguridad Social pese a que la mayoría tienen cerrado su negocio. La pregunta que uno puede hacerse es, ¿y quién va a pagar al final la factura de esta crisis?
Tercera. Viene en consonancia con lo anterior. ¿No será acaso la sufrida clase media sobre quien recaiga todas las consecuencias del coronavirus? Al menos, si tomamos como referencia la anterior recesión del 2008, así fue. La clase media española fue a quien se mandó al paro, le amortizaron los puestos de trabajo o, en el peor de los casos, perdió hasta su casa. Ninguno de los estímulos que se pusieron en marcha -recuerden el generoso plan E de Zapatero- funcionó. Al final, tuvimos que salir nosotros solos a base de tiempo y esfuerzo. Mucho me temo que esto llevará un camino similar. La incertidumbre existente (y hay mucha), no invita a pensar en soluciones milagrosas.
@balbuenajm