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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La desconfianza social.

Me sorprende lo que ha bajado la confianza social a consecuencia del coronavirus. Esto es, el poco (o nulo) trato que queremos tener con los demás, aunque haya distancia por el medio. Veo las colas en los supermercados y me parecen kilométricas. Sin embargo, cuando te pones a contar individuos no son tantos. Resulta ser un trampantojo por la gran separación que existe entre cada uno de ellos. Según las normas sanitarias, el dichoso virus no se contagia a más de un metro y medio. Ahora bien, guardamos con celo ese metro y pico de seguridad hasta duplicarlo, cuando no hacerlo aún más grande. Tal parece, oigan, que nos hemos dado cuenta de repente que somos una especie de máquina de expulsar saliva. Vamos, que lanzamos perdigones pegajosos como si fuesen las balas de una película del Oeste. Es el miedo, claro. Una consecuencia de esta pandemia que tardará en borrarse (si lo hace) y cambiará nuestras costumbres. El mundo que viene será así: habrá menos contacto entre las personas y la desconfianza entre ellas será mayor. No se extrañen si en un futuro muy próximo nos exigen cosas que antes parecían imposibles. Un certificado médico de no estar contagiado para trabajar y viajar, se restringe el aforo de los locales o lo que es aún más probable: tenemos que salir a la calle con mascarillas.

Sí, porque ya lo ha dicho el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el doctor Fernando Simón, seguramente, tendremos que adoptar costumbres orientales. O sea, igual hay que inclinarse a distancia en vez de darse la mano, incluso salir embozado hasta los ojos buena parte de los días del año. Al menos, cuando exista riesgo de pandemia. El cambio de criterio gubernamental -las mascarillas eran desdeñadas como elemento de protección- así lo impone. No sé, imagínense lo que puede suceder durante el verano en la playa de San Lorenzo. A ver cómo la gente guarda las distancias entre sí en un arenal abigarrado y encima tapándose la cara casi en su totalidad. Todo ello, contando con que exista suficiente material para abastecer tan enorme mercado. Recuerden que este ha sido el talón de Aquiles del gobierno en la gestión de la crisis: el desabastecimiento que ha afectado directamente al personal sanitario. No es casualidad que el número de contagios dentro de este colectivo en España sea el más elevado del mundo. Con este currículum, imagínense lo que pasará cuando impongan la medida.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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