Me temo que la llamada desescalada (vuelta a la «nueva normalidad») va a ser caótica. Sólo hay que ver lo que pasó el martes. Por la mañana, el Gobierno anunció que dejaba salir a los niños acompañados de sus padres para hacer recados. Esto es, al supermercado, la farmacia o entidades financieras. Por la tarde, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, decía que rectificaban porque sabían escuchar. O sea, se les permitía dar paseos por la presión social ejercida. La ministra de Educación, esa alegría de la huerta llamada Isabel Celaá, afirmaba que la medida afectaría a menores de doce años. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, poco después lo subió a catorce. Ojo, ceremonia de la confusión generada después de mes y medio de experiencia de lucha contra la pandemia. En este sentido, la conferencia de presidentes de las comunidades autónomas del domingo ya fue un anticipo. Cada territorio a lo suyo. Es decir, recalcando sus singularidades para obtener un trato de favor. El presidente de la Generalitat catalana, el inefable Joaquim Torra, quiere ir por libre. Aplicar un plan independiente del resto del Estado. Ya saben, el coronavirus independentista es mucho menos agresivo que el español. El Gobierno vasco, pese a que acata las decisiones conjuntas, pretende salir del confinamiento cuanto antes. Lo mismo que Canarias o Baleares que hacen valer su insularidad y baja afección. ¿Y Asturias? ¿Qué estamos pidiendo en nuestro paraíso natural?
Poder ir a la huerta. Es lo que nuestro presidente, Adrián Barbón, dijo que había reclamado en esa reunión. Según parece, los anhelos de los asturianos pasan por poder cuidar de las lechugas y no por otras cosas. Por ejemplo, que nuestro sector turístico –más de un 10% del PIB- no se hunda por haber perdido el verano. Desde luego, el Principado podría (y debería) tener una vuelta a la normalidad más rápida que en otras comunidades. Los números así lo dicen. Nos encontramos en el rango bajo de fallecimientos por 100.000 habitantes. La famosa curva de contagios está aplanada y, con todas las reservas, el foco a combatir se encuentra localizado en las residencias de la tercera edad. Incluso en el grado de cumplimiento del confinamiento somos la cuarta autonomía más aplicada. Por tanto, ¿no sería lo suyo reclamar ser de los primeros en la desescalada? Si, tal y como parece, el día después va a ser una especie de mercado, ¿qué nos espera a los asturianos? ¿Ser los últimos, quizá?
@balbuenajm