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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La vida fácil.

La progresiva vuelta a la normalidad va a poner a prueba a nuestro Ayuntamiento. Me refiero a que no sólo tendrá que dar ayudas (que también), sino aportar buenas dosis de imaginación. Dada la magnitud del agujero económico que se ha creado, resulta imposible salir en auxilio de todos los sectores afectados por esta crisis. Sólo les digo una cosa: piensen en algún comercio, empresa o establecimiento que no se haya visto perjudicado. Sí, efectivamente, son muy pocos quienes lo pueden decir. En este sentido, digo, el que nuestros gobernantes faciliten la vuelta al trabajo resulta fundamental. Nada de normas absurdas, regulaciones imposibles y poner trabas. En resumen, pedimos que nos hagan la vida fácil tanto a los gijoneses como a su tejido productivo, aunque no siempre ha sido así hasta la llegada de la pandemia. O dicho otra forma: a los pocos que todavía trabajan en esta ciudad, no se les tenía en cuenta para nada. Tal parecía que desde instancias municipales incluso se les quería penalizar. Pongo un ejemplo.

El proyecto de ordenanza de movilidad está pensado para un mundo ideal. Algo así como una arcadia feliz donde todos dejan el coche en el garaje, van en transporte público o bicicleta y nunca tienen prisa. Bien, en primer lugar, esa querencia por la movilidad colectiva ha cambiado de repente. Ironías del destino, las normas contra el Covid-19 recomiendan que no se utilicen en la medida de lo posible. Esto es, que el transporte sea individual y no en masa para evitar el riesgo de contagio. Asimismo, se retira de la circulación a un buen número de vehículos (sobre 65.000 en Gijón), al no poder cumplir con la normativa medioambiental. También hace pagar la ORA a las motos, pese a que son un medio de transporte urbano poco contaminante. En definitiva, ¿se puede pensar que una ordenanza donde todo son prohibiciones va a contribuir a activar la economía? ¿No habría que repensarla ante esa «nueva normalidad» que se nos viene encima? De momento, se ha retrasado la entrada en vigor de las restricciones hasta 2022. Lo mismo podríamos decir del sector hostelero que han hecho llegar un listado con sus propuestas. Por supuesto, priman las de orden económico (supresión de tasas, tributos, etcétera). Sin embargo, de poco valdrá esto si, cuando les toque trabajar, se imponen regulaciones absurdas o de imposible cumplimiento sobre la atención al público en sus locales.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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