La «nueva normalidad» no tiene nada de normal. Me refiero a que en nuestra vida esto sólo debe de ser un paréntesis. La «nueva normalidad», espero, tiene a la fuerza que ir pareciéndose a la antigua. Al mundo que teníamos antes de esta pandemia. Sacar conclusiones, pues, no deja de tener un alto grado de error. Es decir, nadie puede pensar que, una vez pase esta crisis, el futuro de Gijón sea estar parado y sin apenas movilidad rodada. Vamos, que se cumpla el sueño de algunos de eliminar de la faz de la tierra el coche. En este sentido, nuestro Ayuntamiento nos propone para estos momentos un plan de peatonalizaciones y creación de carriles bici que afecta a una treinta de calles. Ojo, incluyendo a los principales ejes urbanos. Hasta aquí nada que objetar. Debido a que a partir de hoy mismo se puede salir a dar paseos y hacer deporte, se hace necesario ganar espacio para el peatón puesto que hay que respetar la distancia social. El problema, digo, viene si se quiere hacer para siempre. Esto es, que se aproveche esta desgracia para hacernos tragar con un modelo de movilidad -el que representa la ordenanza municipal que se está tramitando- donde se restringe al máximo la libertad circulatoria de los individuos. O sea, tienes que utilizar el transporte que yo te diga y punto.
El concejal de Medio Ambiente y Movilidad, Aurelio Martín, quiere tomar a este tiempo del coronavirus como un procedimiento de «ensayo y error». Voy cerrando calles, limitando velocidades y metiéndole a los gijoneses en la cabeza que van a tener que dejar su vehículo particular en el garaje. ¿Pasa algo? Evidentemente, en una ciudad medio muerta, no demasiado. Sin embargo, cuando nos recuperemos de esta hecatombe volverá el tráfico rodado. Pregunta, ¿y esto es lo que le vamos a ofrecer? ¿Ejes circulatorios limitados a treinta por hora y cuellos de botella continuos en sus viales? Según Martín, algunas de estas medidas se alargarán hasta más allá del verano e incluso tendrán carácter permanente. Es lo que asusta. Que lo que no es normal, insisto, se acabe convirtiendo en el día a día de todos nosotros. Por supuesto, esta filosofía viene de las recomendaciones del Ministerio para la Transición Ecológica. La inefable Teresa Ribera quiere aprovechar para sembrar su doctrina ecologista radical. Fíjense si no en lo que soltó a los hosteleros a cuenta del plan de desescalada: «Quien no se sienta cómodo, que no abra». Y se quedó tan pacha, oigan.
@balbuenajm