El Gobierno ha negociado más con la oposición en estos últimos días que durante todo lo que llevamos de pandemia. Así de claro. Es la consecuencia directa del pánico que cundió en Moncloa tras ver que podía decaer el estado de alarma. Instrumento, a su juicio, esencial y sin alternativas para seguir luchando contra el coronavirus. De hecho, la ofensiva ya comenzó el pasado sábado en la comparecencia de Pedro Sánchez. Fue donde dijo que carecía de un plan B, para el caso de que no fuese aprobada esta nueva prórroga. Asimismo, durante toda la semana estuvo disparando con balas de calibre grueso contra la oposición y haciendo un despliegue de diálogo sin igual. El que no habíamos visto hasta ahora. Primero, el ministro de Transporte, José Luis Ábalos, sacó a relucir eso de «Estado de alarma o caos y desorden». Y luego, a través de Pablo Echenique, culpó directamente al PP de un posible «rebrote, el colapso del sistema sanitario y miles de muertos», si no votaba a favor. En definitiva, que el Ejecutivo estuvo poniendo toda la carne en el asador porque era vital para su futuro. Bastante más que una simple cuestión sanitaria.
Sí, porque lo que le iba a Sánchez en el envite era su propia supervivencia política. En el caso de que no hubiese sido aprobada esta prórroga del estado de alarma, la situación en la que hubiese quedado el Gobierno sería muy mala. Prácticamente, tocado para el resto de la legislatura y con un horizonte de elecciones anticipadas. Piensen que el desgaste que está sufriendo por esta crisis es enorme. Incluso algunos, como los nacionalismos catalán y vasco, ya no le siguen y dudan o votan en contra, caso del primero. Prefieren, como San Lorenzo, que pase él solo por el martirio de la parrilla del Covid-19. Sin embargo, la postura favorable de Ciudadanos ha supuesto un cierto alivio. Eso sí, dejándose pelos en la gatera por la baja de algún destacado militante. Es lo que tiene un partido con dos almas: una a la izquierda y otra a la derecha. Por su parte, el PP no tuvo que oponerse de forma directa y le bastó con la abstención. Desde la formación naranja le salvaron los muebles y taparon las dudas de Pablo Casado sobre qué postura tomar. Tenemos, pues, quince días más de libertades restringidas, algo que hace casi dos meses veíamos como imposible. Oigan, y creíamos que el rígido confinamiento del régimen chino era de ciencia ficción. Del todo imposible que se diese aquí.
@balbuenajm