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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La bola.

Hubo un tiempo donde Gijón se podía cruzar de edificio en edificio subvencionado sin pisar el suelo. La fiesta de las ayudas para la rehabilitación de fachadas era de barra libre. Cada gijonés -cada comunidad de propietarios- recibía generosos subsidios sin condiciones. Es decir, daba igual el periodo del año que fuese (siempre estaban abiertas), contemplaban incluso otras necesidades (se incluyeron fachadas interiores y tejados) o no se miraba en absoluto las condiciones económicas de quienes las recibían (era lo mismo el hijo de Bill Gates que un usuario de la Cocina Económica). Por tanto, la orgía de gasto fue tan inmensa que llegó a límites insospechados. Una especie de bola de nieve imposible de parar. Los expedientes se amontonaban uno tras otro en la concejalía de Urbanismo sin poder darles solución. Por esto, el uno de enero de 2018 se detuvo el sistema al no aceptar ya más solicitudes. Dicho en términos empresariales, representó su quiebra. Desde entonces, y como si de una novela de suspense se tratase, fuimos conociendo por capítulos la magnitud del problema que se nos venía encima. Al principio, nos hablaron de unos 80 millones de euros de deuda estimada pendiente. Todo ello, con propietarios que exigían su pago porque, entre otras cosas, lo tenían aprobado.

Pues bien, según la concejala de Hacienda, María Pineda, el pufo ya está cuantificado. Son 66,5 millones de euros entre ayudas a la rehabilitación de fachadas y supresión de barreras arquitectónicas. Deuda, no se ha cansado de repetir, proveniente de la etapa de Foro al frente del Ayuntamiento. Asimismo, nos cuenta que a un ritmo de 10 millones se tardará sobre unos cinco años en liquidar. Siempre que, añado yo, la crisis económica de este virus lo permita. Fíjense que ya se ha calculado que la merma de ingresos para las arcas municipales será de unos 12 millones de euros. La edil también nos habla de un calendario de pago para que cada comunidad sepa cuándo va a cobrar. Algo que no tiene muchos visos de cumplirse puesto que, a la fuerza, dicho compromiso tendrá que ser laxo. O sea, más o menos y depende de las circunstancias. He aquí, pues, un buen ejemplo de lo que pasa cuando se dan subvenciones como quien arroja maíz a las palomas. Deja a un sector -en este caso el de la construcción local- más tocado que nunca y a numerosos propietarios esperando por unos fondos que necesitan: la gran mayoría está pagando créditos.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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