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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Miedo.

Llevamos ya dos fases de desescalada y no parece que hayan servido para reactivar la economía. Esto es, pese a que podemos ir a las tiendas (aunque sea de uno en uno) o sentarnos en una terraza a tomar algo (en las pocas que están operativas), más bien lo que impera es la falta de consumo. Darse un paseo por las ciudades es encontrarse con los comercios abiertos, pero sin clientelas que atender. Lo mismo que pasa con la hostelería donde la gran mayoría ha decidido no levantar la persiana, ante las condiciones impuestas por esta «nueva normalidad». La diferencia, pues, entre el paso de la fase cero a la uno ha sido poca. En muchos casos, nula. Las urbes no están ni siquiera a la mitad de su capacidad y el cliente lleva mal que se tenga que hacer colas para todo. Desde el banco, pasando por el supermercado y siguiendo por cualquier establecimiento que se encuentre abierto. Eso sí, siempre en horario recortado o reducido. El paisaje de personas esperando embozadas ante los locales desalienta a más de uno. Yo diría que se sigue adquiriendo cosas como alimentos, medicinas y productos básicos, mientras que para el resto se espera a que cambien las circunstancias. En las actuales, sin duda, el desaliento prevalece sobre las ganas por consumir.

Y es que el miedo lo está acaparando todo. En estas mismas páginas, podían leer hace poco que «La mitad de los asturianos evita aún pisar la calle y no sale ni una vez al día». El alto porcentaje de personas mayores -recuerden que somos la población más envejecida de España- está influyendo en que se sea reticente a la hora de intentar llevar una vida más o menos normal. Sin cita o con ella, con normas higiénicas estrictas y las garantías necesarias para una compra segura, se prefiere seguir aún confinado. A esto tenemos también que sumarle la incertidumbre. Ese enemigo acérrimo de la economía. Aproximadamente, en estos momentos, la mitad de los asturianos dependen de una prestación pública. Ya sea una pensión, un subsidio, el paro o lo que cobran por los ERTE. El miedo a perderla o que sea recortada, repito, está haciendo estragos en lo que al consumo se refiere. Tendencia, por desgracia, que irá a más. La pandemia económica no ha hecho más que empezar y ya estamos notando sus nefastas consecuencias. Se aproximan meses muy duros donde veremos a la epidemia viral bajar, pero las familias empezarán a sufrir aún más los rigores de la recesión que tenemos encima.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


mayo 2020
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