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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Suerte.

Es lo que le deseamos a nuestro presidente, Adrián Barbón, a la hora de afrontar su anunciada reforma de la Administración. Sin duda, la va a necesitar. El ejercito de funcionarios que se ha creado -casi 37.000 empleados- no va a ser fácil de remodelar. Desde luego, no resulta de recibo que su número haya crecido incluso durante los años de la anterior crisis del 2008 (2.000 más), ni que sea más numeroso que la mayoría de los concejos asturianos (sería el séptimo en población). Todo ello, ojo, para una comunidad menguante con un problema demográfico de órdago, junto a unas cuentas que no acaban de cuadrar. Barbón, aunque no lo diga, tendrá que hacer recortes para aligerar esta maquinaria pesada. En definitiva, mucho más que negociar la movilidad del personal en función de las necesidades, como es su intención. Reformar la administración del Principado implica que esa plantilla no vuelva a crecer, durante esta crisis económica que estamos sufriendo por el coronavirus. Lo contrario, son juegos florales para volver a lo de siempre. Es decir, la utilización política de los medios públicos, pervivencia de los llamados popularmente como «chiringuitos» y subidas de sueldo para ganar votos a las puertas de elecciones. Fíjense que este mismo gobierno, hasta que apareció el Covid-19, había vuelto a implantar la jornada de 35 horas semanales. Algo, por supuesto, que es un privilegio única y exclusivamente de la función pública. Bastante tienen los trabajadores de la empresa privada con que los saquen de los ERTE y no vayan directamente al paro.

Digo más, la necesidad de esta reforma no es ya solo desde el punto de vista de mejorar su eficiencia, sino también económica. Asturias no puede pagar un aparato así. Nuestra deuda se ha multiplicado por cinco en once años (2008-2019). El importe per cápita, esto es, lo que tendríamos que abonar cada asturiano para enjuagar ese pufo, sería de 4.372 euros y subiendo. Año tras año, presupuesto tras presupuesto, el importe de esta pesada carga sigue al alza, hasta tal punto, que somos la tercera comunidad donde más ha crecido. Estamos financiando el gasto corriente a base de préstamos y eso no es sostenible. Máxime, cuando se prevé una caída de ingresos por culpa de la pandemia, además de tener que afrontar los propios gastos sanitarios generados. Si queremos que la bola no siga creciendo hay que actuar con coraje y decisión. Lo dicho, presidente Barbón: suerte.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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