Tiene razón nuestro concejal favorito, el hiperactivo Aurelio Martín, al decir que en Gijón siempre hubo atascos en verano. Eso no se puede negar. El incremento de la población por la llegada del turismo tiene esas cosas. O sea, que muchas de nuestras arterias principales acaban colapsadas. Ahora bien, se trata de algo puntual. Es decir, no cabe darle mayor importancia, puesto que otras ciudades costeras sufren una presión más o menos similar. Sin embargo, lo que han logrado desde la concejalía de Movilidad es incrementarlos. Ojo, en un verano donde la llegada de los visitantes nacionales es moderada y la de internacionales prácticamente inexistente. Al corte de calles indiscriminado, hay que sumarle el invento de los «bicicarriles» y, por supuesto, esa filosofía que impregna las decisiones que se toman: hay que expulsar al coche de Gijón a toda costa. Buena prueba fueron las declaraciones que efectuó el edil, cuando le preguntaron por las quejas de los conductores al verse atrapados en los dos únicos carriles que le quedan a la avenida de Rufo García Rendueles. A la postre, entre la calle Menéndez Pelayo y la rotonda de la avenida de Castilla, a donde tardaron cerca de 25 minutos en poder llegar. Pues bien, lo que les recomendó Martín es que no utilizasen el coche y punto. Menos mal, que en el reparto de concejalías que tuvo lugar hace más o menos un año, al único representante de IU no le tocó la de Seguridad Ciudadana. Si no, ante una oleada de robos, nos recomienda quedarnos en casa y se queda tan pacho.
Díganme una sola medida que se haya dictado para favorecer el tráfico, desde que el actual equipo de Movilidad y Medio Ambiente ha llegado a nuestras vidas. Ninguna. No las hay. Miren si se han preocupado, no sé, por hacer más fluida la circulación, que no se produzcan embotellamientos o, simplemente, en mejorar la vida a quienes tienen que utilizar un vehículo para trabajar (repartidores, autónomos, etcétera) todos los días. Nada. Ni una sencilla regulación de semáforos. La constante ha sido un discurso agresivo contra el coche, hasta el punto de declararlo poco menos que «non grato». Digo más, lo habitual es ponerle trabas para obligarnos a que lo dejemos en el garaje y tomar el medio de transporte que ellos digan. En realidad, lo único que les gusta de nuestro vehículo es que paga impuestos. De hecho, cuando este mes nuestro Ayuntamiento recaude sobre unos once millones de euros con la viñeta, no dirán ni mu.
@balbuenajm