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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Barra libre.

Si a ustedes alguien les pidiese dinero, lo primero que harían sería preguntarle para qué. En realidad, es el abecé de los préstamos. Ya sea ante una entidad financiera o entre particulares, siempre se quiere conocer el motivo y destino de esos fondos. Lógicamente, luego se interesaría en cómo lo van a devolver. Esto es, la capacidad que tiene el prestatario para afrontar los futuros pagos. Su trabajo, rentas o la forma de generar ingresos. Pues bien, a partir de este viernes se quiere decidir sobre eso, en la cumbre europea a celebrar en Bruselas. Sobre la mesa están 750.000 millones de euros a repartir entre los países afectados por la pandemia. Es el llamado fondo de reconstrucción. Nuestro presidente, Pedro Sánchez, está haciendo una ronda de contactos por distintos países con objeto de intentar allanar el camino. La postura española, junto con la italiana o portuguesa, es que la mayor parte de ese dinero sea en forma de subvención y sin condiciones. O sea, que no haya que devolverlo y se gaste en lo que considere el beneficiario. En cambio, países como Holanda, Suecia, Dinamarca o Austria piensan lo contrario. Exigen que se haga reformas y que exista compromiso de retorno. Desde luego, Sánchez no lo tiene fácil. Las condiciones en las que llegó la economía española a esta crisis del coronavirus fueron malas: con endeudamiento cercano al cien por cien del PIB y que ahora se ha disparado bastante por encima. Si tomamos como referencia la anterior crisis del 2008, deberíamos de saber que Europa no da nada gratis. Recuerden si no a los famosos «hombres de negro» aplicando recortes por doquier. Dicho en otras palabras: lo que no quieren es financiar una barra libre de gasto sin ningún control.

Como ejemplo, vean lo que han hecho en Italia. Sacaron un «bono niñera» por el cual los abuelos reciben hasta 1.200 euros si cuidan de sus nietos. Ojo, que la medida también es extensible a los tíos o parientes que hagan esta función. Dicen que es para reconocer esa labor social, pero en realidad representa un coladero. Dándose de alta en el sistema uno de los padres y el cuidador perciben ese subsidio automáticamente. Pregunto, ¿cuánto se tardará en pedir esto mismo, pero para los propios padres? Es decir, que les concedan una subvención por atender a sus hijos. ¿Cuánto reclamarán los estudiantes por acudir a clase? Como ven, esto es justo lo que en el norte de Europa no quieren ni ver.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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