El Consejo de Administración de Radio Televisión Española aprobó el miércoles una medida inaudita: intervenir en la redacción de los informativos. La propuesta consistía en tener acceso al sistema informático que edita las noticias. Esto es, podrían vigilar la información –eufemismo que quiere decir cambiar, claro está- antes de su emisión. En fin, uno se imagina lo que podría haber salido si no hubiese sido posteriormente derogada. Vamos, tendríamos una televisión pública infumable. Vean por un momento al político de turno cambiando titulares para ponerlos a su gusto. Todo ello, claro está, mientras el periodista contempla impávido cómo se tunean las noticias. Realmente, asqueroso. Supongo que, para que estas cosas no pasen, lo primero sería evitar tener al zorro dentro del gallinero. Así, el Consejo de Administración no tendría que estar nombrada por los partidos políticos, sino con profesionales independientes. La BBC está gestionada por un Consejo de Administración y tutelada por otro Consejo Asesor. En el segundo, es donde entran los políticos pero sin reproducir equilibrios parlamentarios. Siempre se ha dicho –y realmente es así- que el modelo británico es impecable. El ciudadano paga un canon para su financiación, sin depender de los presupuestos estatales. Ahí, el político que presiona, acaba escaldado. Recuerden si no sus críticas al gobierno de Blair durante la guerra de Irak. Se posicionó claramente en contra por más que se trató de evitarlo. Eso aquí, desde luego, sería impensable. A la televisión pública española lo máximo que se le ha hecho es quitarle publicidad. Algo que, por cierto, tiene más de subvención encubierta a las cadenas privadas que otra cosa.