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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Incompatibilidad sobrevenida.

Veo que se dan cosas por sentadas que no lo están. Me refiero al debate sobre la reforma del Muro que tuvo su pistoletazo de salida el pasado jueves. Como saben, una comisión formada por 17 miembros sentará las bases para que el equipo de gobierno tome decisiones. Esto es, se darán pautas para una obra que en absoluto estaba prevista. Fue una actuación improvisada de la Concejalía de Movilidad a cuenta del coronavirus quien la desencadenó. Miren ustedes, nadie discute que en las ciudades el peatón tiene que ser el rey. Es decir, debe ganar protagonismo y espacio para que así aumente la calidad de vida de los ciudadanos. Tampoco que la bicicleta es un medio de transporte estupendo. Eso sí, dándole unos carriles bici adecuados. O sea, separados del resto (viandantes o coches) y conectados entre sí. Desde luego, pintar unas rayas en el suelo no es en absoluto la mejor manera de favorecer su uso. Hace poco en Oviedo vivieron una auténtica pesadilla al diseñar unos carriles bici ridículos. No se les ocurrió otra cosa que copiar lo mismo que Gijón hizo en Poniente: incrustarlos en la acera sin separación alguna. Por supuesto, acabaron borrándolos y fueron objeto de mofa en programas de televisión nacionales. Incluso veo normal que esas nuevas maneras de moverse (patinetes eléctricos y demás artilugios) tengan su sitio, aunque a mí en la actualidad me resulten particularmente odiosos. Digamos que les falta una regulación viaria como tienen el resto de las formas de movilidad.

Entonces, pregunto, ¿por qué se da por hecho que el coche es enemigo de todo esto? ¿Por qué se le quiere expulsar de manera inmisericorde? Según los urbanistas, las cuatro ruedas fueron protagonistas de las ciudades durante demasiado tiempo y es hora de recuperar espacios. No dudo que eso sea así, ahora bien, demonizar al vehículo particular representa caer en el mismo error, pero al revés. Más que nada, porque el coche sigue siendo muy útil. Algunos lo utilizan porque les resulta más cómodo (una persona mayor tiene dificultades de accesibilidad en un autobús), otros para trabajar (piensen en el autónomo que visita clientes) y los menos por el placer de conducir (que nada tiene de malo). ¿A qué viene, pues, esa incompatibilidad sobrevenida que supuestamente tiene? ¿Acaso no puede haber tráfico rodado en una plataforma adecuada por El Muro? ¿Hay algo que impida, insisto, en su justa medida, circular por San Lorenzo?

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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