Tal parece que este virus no sólo afecta a las personas, sino también a las administraciones. Me refiero a lo difícil que es hacer un trámite en tiempos de pandemia. Vamos, una odisea en toda regla. Si antes cualquier gestión ya iba lenta, desde marzo la cosa está mucho peor o directamente no se puede realizar. Es lo que vivimos los ciudadanos cada día. Médicos que te atienden por teléfono, espera por citas que se alargan «ad infinitum» o servicios que multiplican su tiempo de respuesta de forma exponencial. La cuestión ya no es el famoso «vuelva usted mañana» de toda la vida, sino que se encogen de hombros. Es lo que está pasando en las administraciones locales, autonómicas o estatales. Atascadas, atolladas en el barro del coronavirus, y que parecen hundirse cada día más. Prueben a pedir una licencia de cualquier tipo y verán de lo qué les hablo. Incluso se encontrarán con los centros de atención cerrados y sin respuesta alguna. Se da por hecho que la mayoría de la población tiene que hacer los trámites «on line», ahora bien, en muchos casos, la informática ni está operativa, ni se sabe utilizar. Máxime, en una Asturias envejecida donde más de un tercio de sus habitantes supera los 65 años. Resumimos, nada parece funcionar para desesperación de quienes tienen que utilizar cualquier servicio público.
Mientras tanto, la economía real tiene que seguir avanzando como puede. Acudiendo sus empleados al centro de trabajo -porque al cliente siempre hay que atenderlo- y sacar adelante a unas empresas renqueantes por la crisis económica. Desde luego, carecen de la ventaja de poder utilizar la teoría de las lentejas de lo público: si quieres las tomas y si no las dejas. En la economía real, repito, no valen paños calientes. El ejercito de funcionarios que actualmente está trabajando desde casa, contrasta con la problemática de quienes luchan por no perder su puesto. El otro día, tras esperar más de un mes por una cita, volví a experimentar como (no) funcionan las cosas en esta «nueva normalidad». En la planta de un organismo estatal donde normalmente hay 50 o 60 personas trabajando, había cinco atendiendo a los allí estábamos. Todo ello, con unas medidas de seguridad sanitarias muy altas a la entrada y continua vigilancia en el interior. Es decir, una oficina plenamente segura y casi vacía. Dando una imagen fantasma, eso sí, que seguimos pagando exactamente igual que antes.
@balbuenajm