Por más que Alfredo Pérez Rubalcaba (APR) quiera explicar las cosas, siempre le aparece un reproche. El más común: ¿y por qué no lo hizo usted cuando estaba en el gobierno? Algo que fue un clamor cuando dijo que tenía la fórmula para combatir el desempleo. Su candidatura es como zarpar con un barco en plena tormenta: zarandeada por todos los lados. No hay día donde, el inevitable reproche por parte de la oposición, no salga a relucir. APR tiene tantos gobiernos encima que le pillan a la más mínima. Ante esta tesitura, uno se pregunta si el PSOE ha hecho bien aceptándolo como candidato. Cierto es que, desde luego, no habría muchos interesados en el cargo. No obstante, cuando lo intentó Carme Chacón fue arrinconada para dejarle paso. A mí me parece que estas elecciones eran ideales para la renovación. Al igual que sucedió con la etapa de Almunia y posterior aparición de Zapatero, con 15 puntos de desventaja en las encuestas era el momento de las nuevas caras. No tienen nada que perder y sí mucho que ganar. Desde las filas socialistas saben que las elecciones están del lado popular y, por tanto, cierta catarsis colectiva estaría bien. En cambio, se optó por el conservadurismo para minimizar la derrota. El futuro de APR se medirá en función del número de escaños que consiga: si está por debajo o rondando los 100 diputados tendrá que dimitir y dejar paso. Al final, el congreso extraordinario para renovarse está más que cantado. ¿Por qué no afrontarlo desde el principio?