Veo complicado que esta vez se cambie el color de las cosas en campaña. Normalmente, a lo que estamos acostumbrados es a proyecto estrella, promesas de difícil cumplimiento y panoramas idílicos. Sin embargo, nada de eso se va a ver. Lo que se ofrece es lo justo para ir tirando, cuando no se oculta la realidad  que vendrá tras el 20-N. Al votante ya no le vale que se hagan más carreteras, sino que le conserven o creen el puesto de trabajo. Con los datos del paro recién digeridos –más de 1.000 desempleados diarios durante el pasado mes- el paro es el principal eje sin que nadie aporte soluciones claras. El PP dice que volverá a crear el mismo empleo que en el 96. Ahora bien, toca hacerlo con un ciclo económico muy desfavorable y no como sucedió aquella vez. El candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, pretende tirar del Estado para favorecer el empleo. No obstante, debería aclarar cómo lo va a hacer si ese mismo Estado es incapaz de cumplir los objetivos de déficit que le imponen. ¿Más deuda, acaso?

A nivel asturiano la gran incógnita está en ver qué parte de la tarta se llevará Foro Asturias. Como partido gobernante su ración debería ser importante, pero le va a resultar más difícil que en las autonómicas. Mucha gente en unas Generales piensa a nivel nacional. Es decir, valora a los grandes líderes como si se presentasen por su circunscripción. Como ejemplo, tomen lo que hacían los socialistas en Asturias: no tenían cartel de Álvaro Cuesta y sí de Zapatero. Luchar contra esto, aunque se tenga una figura tan relevante como Álvarez-Cascos, resulta complicado. Y más, si tenemos en cuenta que el reparto de escaños pronosticado para el PP es estratosférico: más de 180 diputados significaría también un buen resultado en nuestro paraíso natural. Por lo demás, según vaya avanzando esta campaña del descontento y la incredulidad, me atreveré a hacer pronósticos.