Transcurridos cuarenta años desde la aprobación del Estatuto de Autonomía, en Asturias seguimos considerándonos menores de edad. Es decir, aquí no se puede hacer ningún tipo de avance en el autogobierno y las soluciones siempre tienen que venir de afuera. Ya sea de «papá Estado» o la Unión Europea. Justo ahora, cuando se intenta hacer una reforma de una norma que se ha quedado obsoleta, se vuelven a escuchar los mismos argumentos en contra. Cosas como que no hace falta o nadie lo pide. Es más, para muchos tendría que haber un clamor popular que en ningún lado se produjo. ¿O es que en Valencia salieron a la calle para reformarlo hasta dos veces? Sin embargo, las fuerzas inmovilistas en nuestro paraíso natural son muy poderosas. O sea, esa tendencia a seguir siempre igual, aunque el mundo cambie a velocidad de vértigo y los demás se acaben adaptando. Bien lo dijo el expresidente asturiano, Antonio Trevín, durante el acto de conmemoración de nuestro Estatuto. «Asturias vivía ajena a la lógica del mercado», refiriéndose a la concentración de empresas públicas que había en los primeros años de la democracia. Reflexión, diría yo, que vale también para lo político. Seguimos timoratos y reticentes en todo lo que representa reforzar nuestra identidad dentro de España.
Buena prueba, es como muchos siguen considerando al gobierno del Principado. Durante años, se le llamó el «gobiernín». Término despectivo en clara comparación con el Ejecutivo español. Digo más, todavía hay quien ni lo considera, pese a que cada día más tiene un mayor peso en nuestras vidas. Fíjense si no en estos tiempos de pandemia quién está llevando la lucha contra el virus. Sin duda, gran parte de este poco aprecio hacia el autogobierno tiene que ver con lo económico. Al ser una autonomía profundamente subsidiada -vivimos principalmente de las pensiones- no existe esa sensación de que es necesario lo propio. Al final, siempre parece que está más cerca Madrid que Oviedo, cuando es al revés. Al final, siempre creemos que alguien (y no nosotros) va a venir a sacarnos las castañas del fuego. Cosa que, bien es cierto, cada vez se produce en menor medida. Fíjense si no en la cantidad de proyectos por ejecutar (AVE, plan de vías de Gijón, autovía hacia el suroccidente, etcétera) que tiene pendiente el Estado. No ser capaces si quiera de reformar nuestro Estatuto, es un fracaso en esa identidad asturiana de la que algunos reniegan.
@balbuenajm