La crisis deja mal a cualquiera. Ahora le pasó a Mariano Rajoy y su «no subiré los impuestos», pero antes fue Zapatero quien un buen día giró por completo política y principios. En este último caso, el de Rajoy, claro está, hay varios hechos sorprendentes. En primer lugar, la justificación del ajuste. Dicen desde Economía que se encontraron con un déficit del 8%, cuando esperaban estar sobre el 6. Bueno, de sorpresa nada, porque, en este país, todos los analistas lo daban por descontado. Tanto instituciones privadas como públicas y hasta la misma Europa, tenían claro que no se iba a cumplir el objetivo. Entonces, pregunto, ¿es que el Gobierno lo desconocía? También sorprende la dureza del ajuste con las clases medias. Los 6.400 millones de nuevos ingresos van a proceder, en su mayoría, de rentas del trabajo. En concreto, más de 4.000. Tocar impuestos como el IRPF, IBI o el ahorro; nos da una idea de las abrumadoras necesidades del Estado. O sea, debe recaudar más a toda costa. Si hubiese optado por el IVA como algunos decían, los efectos no serían tan directos. Con un consumo deprimido los nuevos ingresos quizá no hubieran sido suficientes para amortiguar el déficit. Así y todo, debemos esperar que durante este año también se produzca este incremento.
Al final, en tiempos de crisis todo es estrategia de comunicación. A David Cameron, por ser muy sincero en su campaña electoral, le faltaron votos a la hora de sacar una mayoría suficiente para gobernar. Rajoy sabe esto y no quiere cometer los mismos errores. La información irá a cuenta gotas, es decir, ahora un palo, luego las elecciones andaluzas y después… otro con los Presupuestos Generales del Estado. Las medicinas amargas, aunque sirvan para curar, mejor administrarlas a sorbos. De una vez, como le pasó a Zapatero cuando le obligó Bruselas, tienen una digestión mucho peor.