Desde que el pasado martes por sentencia judicial volviese el doble sentido a El Muro, podríamos decir que ha reinado la confusión. La gran mayoría de los que por allí han transitado acaban recriminando los cruces que se ha creado entre ciclistas y coches. Sobre todo, perjudicando a los primeros que ven interrumpida su marcha en varias ocasiones. Es más, eso mezclado con los pasos de peatones existentes, hace que casi se necesite un manual para poder circular por la avenida de Rufo Rendueles. Algo que en el anterior diseño previo a la pandemia -con la autopista de cuatro carriles (Aurelio Martín, dixit) y uno habilitado para las bicicletas en la zona más cercana al paseo- no pasaba. Sin embargo, con la excusa de que nuestro Ayuntamiento se ha limitado a aplicar lo que dice el juzgado de lo contencioso-administrativo, tampoco es que se haya esmerado mucho en ordenar las distintas formas de movilidad. No sé, incluso hasta parece hecho con una cierta dosis de mala leche. Máxime, si tenemos en cuenta que la reforma del Muro no se va a ejecutar en los plazos esperados. Es decir, no veremos, tal y como se aseguró en su día, las obras empezadas al final del año, ni mucho menos. Entre otras cosas, porque tampoco existe una base jurídica suficiente, como para que no sea tumbada de nuevo en los tribunales. Tenemos, pues, otra situación provisional que se alargará en el tiempo y digna de ser bautizada por el ingenio popular. De hecho, ya ha habido quien la equipara con aquel juego de carreras de coches eléctricos en miniatura. Sí, ese en el cual competían cruzándose varias veces por la pista. Me parece que ahora se llama «Slot», pero antes lo conocíamos como «Scalextric». En resumen, los gijoneses hemos dicho adiós al «cascayu» y hola a un «Scalextric» a tamaño real.
@balbuenajm