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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Cambiar el chip.

En los tiempos que uno estudiaba (paleolítico inferior) la Universidad era un bullicio de estudiantes. Ojo, no solo asturianos, sino también de otras comunidades. En concreto, eran muchos los que venían de Castilla y León. Todo eso, claro, ya cambió. Es decir, cada comunidad o provincia tiene su propio campus con lo que la movilidad estudiantil es reducida, salvo que la carrera deseada no sea ofrecida en el lugar de origen. A esto es necesario unir nuestro declive demográfico. Las aulas están bajo mínimos, tal y como se vio en este inicio de curso. Proceso que irá a más, puesto que, a todas luces, no parece que revertir esta sangría poblacional vaya a ser de hoy para mañana. Al Gijón universitario eso le afecta especialmente. Llevamos ya muchos años intentando construir una residencia de estudiantes como complemento al campus con resultados negativos. Intentos fallidos en 2011 y 2015, junto con el último de 2019 donde el proyecto llegó a exhibirse con lujo de detalles. Sin embargo, nada salió adelante. A la iniciativa privada no le salen los números. Entre otras cosas, por las razones antes señaladas. Somos una comunidad menguante y que apenas recibe alumnos. Nacionales o extranjeros. Con estos antecedentes, pues, tenemos que concluir que no va a resultar nada fácil contar con este nuevo equipamiento, si no cambiamos el chip.

En 2020 el proyecto volvió a la Universidad. Esto es, sería quien se encargase de revitalizarlo, publicando incluso a finales de 2021 un estudio de viabilidad. Algo que el alza en los precios de los materiales se encargó de desmotar. O sea, convertirlo en papel mojado. Ahora desde la institución académica se plantean un nuevo modelo basado en una oferta, no solo en el ámbito universitario, sino también para la ciudad. En concreto, hablan de un uso hotelero. Idea que es necesario pulir pero que puede tener viabilidad de cara a enganchar al sector privado. Única forma de que el campus gijonés tenga una residencia. Eso sí, sería necesario abrirla también al entorno tecnológico del Parque Científico y Tecnológico debido a su capacidad tractora. Igual esa residencia podría valer también como lugar de acogida para quien visite cualquiera de las empresas que allí radican. En todo caso, es necesario innovar y las viejas ideas -un simple albergue de estudiantes- no parecen funcionar. Bienvenida sea esta aportación si, al final, conseguimos este equipamiento.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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