Está claro que rebajar el déficit fiscal va a costar muchas lágrimas. Que durante el año pasado se situara en el 8,5% del PIB, mientras que el objetivo estaba en el 6, es terriblemente malo para nuestra economía. Ante esta situación caben dos opciones. A) No hacer nada y saltarse a la torera lo que exigen desde Bruselas, y B) tratar de reducirlo. La primera, sin duda, se muestra como una vía demasiado complicada. Al minuto siguiente de no tomar medidas tendríamos a los mercados encima. Es decir, aumentando la prima de riesgo hasta límites imposibles de pagar. Además, Europa no se andaría con tonterías a la hora de obligar a cumplir los objetivos fiscales. En definitiva, no habría más fondos para el Estado español. La segunda, o sea, menguarlo, se ve como la única manera de afrontarlo. Ahora bien, ¿en cuánto tiempo?. Bajar al 4,4% del PIB para el año 2012, a mí, sinceramente, se me hace imposible. Ni más ni menos, significa tener que recortar 40.000 millones y todo ello con una economía en recesión, o sea, perdiendo ingresos. Entiendo, pues, que el ajuste puede hacerse pero no a esos ritmos que demandan desde la Unión Europea.

En Asturias la situación tampoco difiere mucho. Cerramos el año en 3,6% del PIB, cuando teníamos que hacerlo en el 1,3. Significa que hay que recortar, en apenas unos meses que quedarán después de las elecciones, sobre 500 millones de euros. Una cifra imposible de cumplir si no se mete mano a las dos grandes partidas de gasto: educación y sanidad. Si yo fuese alguno de los tres partidos que tienen posibilidades de gobernar, a la postre, PSOE, PP y Foro Asturias, haría lo posible para no ganar las elecciones. Sí, han leído bien. Lo que le espera al nuevo gobierno asturiano es tremendo: cumplir con el déficit mientras nos situamos por encima de los 100.000 parados. Y todo ello con una administración paralizada, por lo menos, hasta mitad de año.