No solo fue una sensación. Me refiero a que Gijón estuvo a reventar durante este pasado periodo estival lo corroboran también los datos. Incluso el número de turistas durante los meses de julio y agosto superó al de habitantes. Andamos, en los ocho primeros meses del año, por los 1,1 millones de visitantes y 4 millones de pernoctaciones. Cifras que van camino de récord cuando acabe el año y dejando el listón muy alto. Oigan, y esto ha causado cierta euforia. Es más, se habla de que este sector debe ser el principal motor económico en la ciudad. Por otra parte, nada nuevo. Cuando se está inmerso en una burbuja -ocurrió en el 2006 con el inmobiliario- tal parece que no hubiera un mañana. Es decir, que el turismo no viene y va, busca otros lugares cuando cambian las circunstancias o  va a seguir siempre creciendo hasta el infinito. De hecho, y por la misma regla tres, en Madrid podrían decir lo mismo. Sí, en ese horno que se convierte la capital durante el mes de agosto, también han tenido récord de visitantes. Lo que me sorprende, digo, es que no tengamos claro a estas alturas cuáles son los pilares de Gijón. O sea, que se menosprecie a la industria que nos ha llevado a ser lo que somos. Nosotros sabemos hacer barcos, acero, trabajar el metal y, con las nuevas tecnologías, ahí tenemos al parque Científico y Tecnológico como ejemplo de éxito. ¿Queremos cambiar ingenieros por camareros? Yo creo que no. Necesitamos tener una sólida base industrial acompañada de un sector turístico potente. Eso sí, que permita vivir a quienes aquí residimos. Ahora bien, cambiar ese orden no es nada bueno. De hecho, recuerden, el turismo siempre es el recurso de los pobres. No verán a ningún país europeo (o mundial) de primer orden implorando la llegada de visitantes. Por tanto, debemos bajar este suflé que se ha creado. Ser conscientes, repito, que nuestros pilares de futuro económico deben estar en otro lado.

@balbuenajm