No veo yo que las elecciones asturianas del domingo vayan a solucionar gran cosa. Más bien, porque lo que necesitamos es salir rápido de esta paralización absoluta que estamos viviendo. Desde enero, cuando ya se habló de confeccionar presupuestos, la continua guerra entre gobierno y oposición ha hecho que la ingobernabilidad fuese la tónica predominante. Los comicios asturianos, en principio, deberían aclarar esta situación para darle a un partido la posibilidad de llevar a cabo un programa de gobierno. Sin embargo, según todas las encuestas el panorama puede ser muy similar. O sea, una izquierda que no llega a la mayoría absoluta, mientras que la derecha tendrá que ponerse de acuerdo (si puede) para formar un ejecutivo. En definitiva, prácticamente seis meses de administración parada para volver al mismo escenario. A mí lo que me asusta, no es ya el resultado del domingo, sino lo que se debe hacer después. La tarea a realizar por el nuevo gobierno que se forme es inmensa y requiere rapidez. Tiene que luchar: A) con Madrid para que de una vez por todas se finalicen las infraestructuras pendientes, B) con los más de 100.000 parados que este paraíso natural va a tener, y C) con una deuda que es necesario rebajar a marchas forzadas para cumplir objetivos. En definitiva, temas muy importantes y que exigen una estabilidad política para poder llevarse a cabo de manera eficaz. Y eso, según parece, no es precisamente lo que vamos a tener.