La propuesta de UPyD para formar gobierno en Asturias es una fórmula de concentración. O sea, buscar un consenso entre los partidos nacionales. El método plantilla –con visos de ser una solución universal traída de Madrid- me temo que en este caso no va servir de nada. En nuestro paraíso natural existen dos bloques perfectamente diferenciados y, lo que se sale de ahí, difícilmente se entiende. Dicho de otra forma: eres de izquierda o derecha. La transversalidad, tal y como la concibe UPyD, no existe en nuestra política. Es más, si de verdad se hubiese podido implementar tendríamos ante nosotros una reflexión apabullante: para este viaje no hubieran hecho falta tantas alforjas. Los de color magenta tienen que entender que ése, precisamente ése, fue el motivo de los pasados comicios: la falta de acuerdo entre los partidos. Jugar ahora a introducirla, no sólo me parece un ejercicio del todo utópico, sino una auténtica pérdida de tiempo. La tercer vía, en forma de un gobierno de concentración, simplemente, es imposible de llevar a cabo.
UPyD tiene que entender que debe tomar decisiones. Es decir, mojarse políticamente con todo lo que ello conlleva. A unos les parecerá mal y a otros bien. Esto es, deberán abrir heridas en más o menos la mitad del electorado asturiano, incluido, por supuesto, su propia militancia. Y no existe otra manera de hacer las cosas. Dice su diputado, Ignacio Prendes, que no se le puede cargar toda la responsabilidad sobre sus espaldas. Bueno, sinceramente, y en quién si no. Su abstención llevaría al absurdo supremo por la convocatoria de unas nuevas elecciones. UPyD tiene que mojarse y, aprender, sobre todo, que en política no se puede quedar bien con todo el mundo.