La fusión de Liberbank (Cajastur) con Ibercaja Banco y Grupo Caja 3 es la mejor posible. El banco liderado por la entidad asturiana tenía también la opción de Unicaja o Banco Mare Nostrum, pero sería mucho más arriesgada que con los aragoneses. Aquí lo que se trata es de evitar el ladrillo –verdadera peste del sistema financiero- y con esta operación se mantiene en límites razonables. Obligados como están (otra vez) a fusionarse el conjunto de bancos medianos, entiendo que el diseño realizado es el más factible. Sin embargo, todo este proceso no deja de tener un cierto sinsabor. Si a finales de 2009 se producía una reforma para que las cajas se transformasen en bancos, ahora se agrupa de nuevo con objeto de ganar solvencia. Algo que para ciertas entidades en su día fue catastrófico. Véase si no el famoso caso de Bankia y su fusión forzada con Bancaja, o lo que hubiera pasado si Liberbank no da marcha atrás y traga con la CAM. Ahora sabemos, por ejemplo, que el grupo liderado por Caja Madrid perdió en el año pasado 3.318 millones de euros, mientras que sus cuentas estaban reflejando un beneficio de 40,9. Contabilidad creativa que desconcierta y configura un sistema tramposo. El ciudadano lo único que sabe es que, a base de artimañas, se están dejando agujeros de proporciones bíblicas. Será muy difícil, por no decir casi imposible, que el Estado pueda rescatar a las entidades sin ayuda europea. Y si lo hace, corre el riesgo de que suceda lo de Irlanda: el rescate de un país por auxiliar a sus bancos. A mí todo esto me parece sumamente grave. Estamos viendo como el sistema financiero arrastra al país al borde del precipicio. Ayer, sin ir más lejos, la prima de riesgo superó los 500 puntos. Nivel, sin duda, inasumible para financiar la deuda pública y que no puede mantenerse por mucho tiempo.
¿Qué queda de Cajastur? Pues, prácticamente nada. Si la primera reforma logró quitarle el espíritu de una caja de ahorros, con ésta se certifica el proceso. Será un banco más en busca de la supervivencia. Algo tan loable como la obra social –y bien que lo están notando muchas entidades benéficas- quedará completamente desvirtuada. Ante este nuevo proceso veremos, cómo no, cierre de oficinas y despido de empleados. Toda fusión lleva siempre implícito este peaje.