La verdad, a uno se le queda cara de tonto. Hasta hace poco, la compañía ferroviaria iba a hacernos un «mini AVE » (José Blanco, dixit) que resultaba ser la alternativa al malogrado del Cantábrico. Otra cosa no, pero el ex ministro nos vendió la figura hasta la saciedad. Sin embargo, lo único cierto es que Feve está en la ruina. O sea, que sus 46 estaciones en Asturias tienen una media de cero a tres pasajeros, los trenes están vacíos en un 85% perdiendo 2,3 millones de pasajeros y, además, tiene una deuda monstruosa de 500 millones de euros. Casi nada. Dato a dato nos hablan de una compañía, no sólo en quiebra, sino mangoneada por sus dirigentes hasta exprimirla como un limón. Con Ángel Villalba de presidente -el señor de la foto- se compraron trenes que no podían circular (el famoso Fabiolo de hidrógeno, por ejemplo), edificios por encima de su valor como las oficinas de Oviedo y se incrementó notablemente la plantilla en sus más altos cargos. Vamos, personal que no cobra precisamente mil euros. Todo este dispendio ha sido descubierto precisamente ahora, cuando la han tenido que integrar en Renfe para no tener que liquidarla. La pregunta, pues, es obvia: ¿y nadie se había dado cuenta de todo esto? ¿Funcionaba tan plácidamente una compañía que ingresaba 45 millones de euros y gastaba 193? ¿Qué clase de (no) controles existen en la Administración? Como ven, no sólo en otros lugares construyen aeropuertos sin aviones, aquí tenemos trenes sin pasajeros y que, encima, por si fuera poco, son gestionados de forma torpe y manirrota.
Nota: Ah, y el señor de la foto tan fresco.