“La negación es la respuesta humana más predecible” decía el arquitecto a Neo en Matrix Reloaded cuando este no creía en la posibilidad de que Sion fuera destruida, una frase que se ajusta perfectamente al espectáculo de altivez, elusión de responsabilidades y negativa a dar explicaciones, al que asistimos atónitos en los últimos tiempos.
La teoría del poder de Max Weber afirmaba que las instituciones en el mundo occidental tendían hacia sistemas de autoridad racional-legal. Y puede que así haya sido durante algún tiempo en el que el proceder institucional estuvo dominado por la búsqueda de los medios y los fines más racionales. Pero hoy parece que la propensión se ha detenido y se impone un sistema ancestral de líderes grupales aupados a sus pedestales gracias a la dominación autoritaria y la legitimación hegemónica que ejercen. Familias-clanes detentan las más altas posiciones políticas, económicas o judiciales, ostentan privilegios hereditarios y manejan los poderes del estado sin ningún tipo de pudor. Por eso les sorprende que sus súbditos les nieguen el diezmo. 12.000, 15.000 euros, una miseria.
Las comparecencias parlamentarias, simplemente no existen o se diluyen en interminables comisiones de investigación que irremisiblemente acaban en vía muerta. En esas partidas nunca hay vencedores ni vencidos, se firman tablas indecorosas con la seguridad de que en la siguiente el rival también sabrá tener clemencia. Los fondos de reptiles hoy cotizan en el sur a 650 millones de euros pero quién sabe a cómo se tasan más al norte.
La autoridad tradicional recorre, en fin, unas instituciones en las que sus máximos representantes usurpan la verdad a quienes les han otorgado su confianza y niegan impúdicamente las explicaciones demandadas por la ciudadanía. Sus apariciones ante los medios de comunicación nacionales son representaciones teatrales, operetas sin música ni derecho a réplica. ¿Acaso merece la pena esclarecer el paradero de 23.000 millones de euros?
Pero curiosamente esta falsa magnanimidad se niega sistemáticamente a la ciudadanía, a la que se le muestra una realidad falseada, edulcorada o simplemente inexistente. Cada vez más tenemos que recurrir a la Red, en busca de informaciones que aporten algo de luz en medio de la confusión: ¿desaceleración o crisis?, ¿ERE o estafa?, ¿línea de crédito o rescate? Acabaremos por resucitar Radio París para poder traducir el gobierno de las palabras. 100.000 millones y está hecho.
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Por favor, dejen ya de comportarse como Merovingio. No queremos su protección si el precio a pagar es utilizarnos a su antojo, lo único que les pedimos es que nos den a elegir entre la píldora azul o la roja. Y no hablo de opciones políticas, sino de la posibilidad que Morfeo concedió a Neo. Les sorprendería comprobar que la mayoría elegiríamos la píldora roja. Queremos ver Matrix, aunque duela.