Londres nos ha mostrado, entre orgullosa y reivindicativa, la historia y la tradición británica. Por si alguien todavía no se había dado cuenta, ha querido gritar al mundo que esa tierra fue la cuna de la Revolución Industrial, que a su vez dio origen a las modernas sociedades occidentales, tan generadoras de grandes tiranías como motor de los florecientes estados capitalistas. Pero también que en sus límites territoriales se forjaron muchos de los derechos laborales y civiles que hoy se expanden por todo el mundo gracias a la viralidad que permite el uso de Internet, otro invento británico. Costumbre y modernidad a la vista de más de 1000 millones de espectadores.
Comparar la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos londinenses con la que hace justo veinte años pudimos contemplar en Barcelona, se ha puesto de moda en los últimos días en nuestro país, en un esfuerzo por tratar de medir nuestro poderío al margen del potencial deportivo, que parece que esta vez es escaso. El lapso de tiempo transcurrido entre Barcelona 92 y Londres 12 es lo suficientemente importante como para que los avances tecnológicos hubieran dejado desfasada una celebración de este tipo, en la que, además, las pretensiones con las que ambas ciudades quisieron y han querido abrirse al mundo son muy diferentes. Londres mirando al pasado pero sin perder de vista el futuro, como manda la tradición british. España…hoy igual que ayer, vacilante entre lo pretérito y lo ulterior.
Y pese a todo, no se puede decir que la ceremonia inaugural de Barcelona 92 estuviera nada mal para la época, contribuyó de forma decisiva a poner a la ciudad organizadora en el mapa y dio la imagen de modernidad que un país en desarrollo como el nuestro necesitaba. Pero algunas comparaciones no se sostienen. Cervantes queda muy lejos y, para nuestra desgracia, ellos tienen a Shakespeare, como se encargó de demostrarnos Kenneth Branagh. También podemos presumir de que España alumbró a Ortega y Gasset, Severo Ochoa o Ramón y Cajal pero la ciencia ha sido históricamente maltratada en esta vieja Piel de Toro. Por eso tenemos hoy cientos de científicos e investigadores diseminados por el mundo, desde el Laboratorio Europeo de Biología Molecular hasta el Instituto Tecnológico de Massachusetts, por poner algún ejemplo. La I+D se recorta, se ningunean los ministerios relacionados con La Ciencia y la Tecnología y solo cuando algún investigador español obtiene un éxito de relumbrón tiene algunos minutos de efímera gloria. Cuando no, se les relega a la categoría de NIMIS y con gran probabilidad, al exilio de por vida. Mientras tanto, los británicos a lo suyo, recordándonos que no solo inventaron la World Wide Web a través de la cual el mundo entero hoy se comunica, sino que también en Inglaterra vieron nacer el invento que permite ver a los que van a nacer, valga el juego de palabras.
No, no es la falta de talento lo que nos impide avanzar. Más bien es la ausencia de inversión, o el destino de ésta, lo que nos condena al retraso científico y cultural. Que Rowan Atkinson o Benny Hill hayan nacido en las islas británicas y no en España, quizás carezca de importancia. Ni siquiera es motivo de envidia que Mary Poppins descendiera desde el cielo gris londinense en lugar de hacerlo desde las soleadas Baleares. Y puede que nos traiga al pairo que la premio Príncipe de Asturias JK Rowling creara con su pluma de Yate al más universal de los magos, después llevado al cine con éxito. Es posible que deba ser mayor motivo de preocupación que Torrente 4, ya que hablamos de cine infantil, se convirtiera en el mayor éxito de taquilla en 2011, como antes lo fueron sus antecesoras. Aunque podamos mostrar orgullosos la serie en la apertura de los JJOO de Madrid 2020, quién sabe si con Esperanza Aguirre haciendo un cameo enfundada en una camiseta del Atleti.
Y claro, la tradición musical no resiste comparación alguna. Aparte de la magnífica representación de tenores, sopranos y mezzosopranos españoles presentada en los juegos de Barcelona (otra rareza española, en un país que no da por la ópera una higa), poco memorable hay en el panorama musical hispano de las últimas décadas. Diríamos que el folclore español, Cobi al margen, fue lo más recordado de Barcelona 92 gracias a la importancia que tuvo en la jornada de clausura la simpática rumba catalana. Esperaremos a ver con que nos sorprende Londres en su despedida, aunque, la verdad, tienen mucho donde elegir. The Beatles, Rolling Stones, Bowie, Mike Oldfield, The Who, The Clash, OMD, Queen, U2…ya sonaron en la apertura y apuesto a que para el fin de fiesta optarán por algo más actual y vanguardista, acorde al gusto del alcalde londinense Boris Johnson. Incluir a los todavía hoy transgresores Sex Pistols en el repertorio inicial así lo indica, aunque todavía pudieron ser más audaces si los hubieran dejado interpretar el God Save The Queen, ahora que han vuelto, con la reina Isabel en la tribuna. Los Amaya, Peret y Los Manolos seguramente representen la alegría y el carácter mediterráneo, pero, francamente, no es lo mismo.
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