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Angel Alonso

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Espíritu cívico

Todavía resuenen los ecos del tercer fracaso consecutivo de la candidatura de de Madrid en busca de unos Juegos Olímpicos. Bromas al margen, la resaca de Buenos Aires ha abierto el debate sobre lo que se ha hecho mal. Porque lo que se dilucida en este tipo de eventos trasciende lo meramente deportivo. La imagen de los países candidatos acaba importando mucho en la elección definitiva, le pese a quien le pese. Por eso, no es hora de lamentos, ni mucho menos de buscar explicaciones en extrañas teorías conspiratorias, tan ridículas como imaginarias. Entre tantas disquisiciones, me ha gustado especialmente el análisis que, en varios artículos, ha hecho  Julián García Candau sobre el fiasco madrileño. Cuenta, además, con la ventaja de haber explicitado sus argumentos a priori, por lo que no se le puede tachar de ventajista.

Desde un punto de vista exclusivamente deportivo, dice el periodista valenciano, no parece la mejor candidatura aquella en la que clubes de fútbol, baloncesto o balonmano desaparecen o tienen serias dificultades para competir. Podemos imaginarnos el panorama de los deportes minoritarios, cuya situación era ya insostenible antes de conocer que no caerá sobre ellos el “maná” de los juegos olímpicos. Por no hablar del asunto del dopaje. Dos nuevos atletas “cazados” esta semana por la nueva Agencia Española Antidopaje, que ha mostrado una gran eficacia tras la ceremonia de Buenos Aires (¿casualidad?), pero a la que le va a costar lavar la imagen de país permisivo creada  por el polémico carpetazo a operaciones anteriores.

Desde un enfoque económico, Candau explica el papel que como protectoras del olimpismo han jugado las empresas niponas. Los japoneses han sido durante años los grandes protectores del olimpismo con sus aportaciones económicas, con su importante labor de patrocinio en la historia de los Juegos, incluida la construcción del Museo Olímpico de Lausana. El desarrollo tecnológico japonés también se antoja inalcanzable para un país como el nuestro, que ofrecía como uno de sus principales atractivos una candidatura marcada por la austeridad.

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Finalmente estaría la cuestión social, a la que Candau no alude, pero que no ha pasado desapercibida para la comunidad internacional. Por mucho que nuestros políticos intenten convencernos de puertas para dentro de las bondades de ese invento llamado Marca España, nuestra proyección internacional no pasa por su mejor momento. El desempleo masivo, la corrupción, el aumento de la pobreza o el aluvión de expatriados han traspasado nuestras fronteras de la mano de medios de comunicación no carentes de prestigio como la BBC, The Guardian o The New York Times. Interesadas o no, sus informaciones reflejan, al menos, una parte de la realidad española. Y, por si fuera poco, la incapacidad de nuestros gobernantes para expresarse en inglés en foros internacionales que así lo exigen (hay quien dice que ni siquiera en español) terminó por completar nuestra pobre imagen exterior.

¿Qué hacer para mejorar nuestro prestigio internacional? Obviamente regenerar el país, una tarea que no solo debe recaer solo en la clase política, responsable pero no única, sino también en la sociedad civil. Las grandes transformaciones se han logrado históricamente bien mediante revoluciones, bien a través de pequeños cambios. En España, no parece que vaya a ocurrir lo primero, así que la metamorfosis, si se produce, vendrá de la mano de un continuum de pequeños cambios.

Salvador Giner dice que los países del capitalismo moderno se han formado a partir del Estado, la sociedad civil y la nación. En España, existe una desafección creciente hacia las principales instituciones del Estado, como  se refleja en los últimos barómetros del CIS y la nación se desangra entre cadenas independentistas y manifestaciones por la soberanía. La opción, pues, es crear sociedad, crear ciudadanía. Para David Anisi, la democracia es una comunicación de palabras y valores que necesita de un colectivo. El peso de la transformación tiene que recaer sobre la comunidad, pero para esta revitalización de la vida pública se necesita, además de espíritu cívico, la existencia unos valores ampliamente compartidos por la sociedad. Y ahora, ni siquiera somos capaces de mostrar una imagen de unidad interna en el país. Así que, otra vez será. Los Juegos Olímpicos y todo lo demás.

Sobre el autor

Soy sociólogo y me considero una persona dinámica, a la que le gustan los retos personales y profesionales. Esa inquietud se refleja también en mi compromiso con la sociedad, civil, ayudando a organizar actividades como foros y congresos como miembro de la Asociación Asturiana de Sociología y de la Junta de Gobierno del Colegio de CCPP y Sociología del Principado de Asturias. Escribo cuando puedo en este blog y participo con cierta asiduidad como colaborador de medios locales, principalmente en prensa escrita y radio.


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